ROMÁNICO
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Según la cronología de los evangelios, la cena para conmemorar la Pascua –en la que se sacrificaba un cordero en recuerdo de la noche previa a la salida del pueblo hebreo de Egipto–, fue la última ocasión en la que Jesús se reúne con sus discípulos antes de morir crucificado. Simbólicamente se supone que este sacrificio del cordero pascual es una analogía del más trascendente sacrificio del “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo” en la cruz.
Al margen de las controversias y opiniones relacionadas con temas rituales y cronológicos, lo cierto es que, básicamente, se utilizan esta serie de circunstancias y hechos no casuales para instituir el sacramento de la eucaristía, que es lo que verdaderamente importa. Todo lo cual ha sido motivo para justificar una abundante iconografía relacionada con el acontecimiento principal de la cena, como por ejemplo el lavatorio de los pies a los discípulos, la predicción de la traición de Judas Iscariote, la negación por tres veces de Pedro antes del canto del gallo, la oración del huerto de los olivos posterior a la cena, el pago de las treinta monedas a Judas y el subsiguiente prendimiento de Jesús por los soldados romanos.
Todos ellos episodios representados con más o menos profusión alrededor de la escena principal que es el momento de la cena en la que Jesús no solo instituye la eucaristía, sino que encarece a sus discípulos que se amen los unos a los otros como Él les ha amado.
La celebración eucarística no es más que un sacrificio incruento vinculado al cruento de la crucifixión, por lo que su celebración se efectúa alrededor de una mesa (altar) como si se tratara de una comida al estilo de las que celebraban los primeros cristianos recordando el mandato de Jesús: «Haced esto en memoria mía». En muchas ocasiones el altar se sustenta sobre pilares o soportes adornados con vegetales haciendo hincapié en el ritual sacrificial no cruento.
En la iconografía románica las representaciones incluyen casi siempre el pan, las copas de vino y los peces, uno de los símbolos cristianos de los primeros tiempos, relacionado directamente con el acróstico formado por las iniciales griegas de “Jesucristo de Dios Hijo Salvador” que significa “pez”. El resultado final es la representación de Jesucristo de tres maneras: En persona rodeado de los apóstoles, en el simbolismo del pan y el vino (cuerpo y sangre) y en teriomórfica del “pez”.