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02 Los Hebreos

Los contactos entre la cultura egipcia y la hebrea comienzan aproximadamente entre los años 2000 y 1800 a.C. Es complicado establecer una fecha más precisa por el momento. También sabemos que el pueblo hebreo vivió en Egipto durante 430 años aproximadamente, según se dice en la Biblia (Éxodo, 12, 40). Es evidente que sería imposible vivir tanto tiempo en un país extraño permaneciendo ajeno a sus costumbres, cultura y religión, sobre todo teniendo en cuenta el talante más o menos amable y la prosperidad de un país que, aun con altibajos, ofrecía importantes cotas de bienestar y equilibrio social, por más que la Biblia pinte un panorama desolador de sumisión y esclavismo que no responde tanto a la presunta realidad, pero que conviene a la narración épica del “Éxodo” y la pretendida rebelión del pueblo hebreo, sobre todo si el fin último es demonizar a una cultura tenida por “pagana”.

No hay certeza absoluta sobre el momento o época en que se produjo la estancia del pueblo Hebreo y su salida del país de los faraones; algunos autores apuestan por la dinastía XVIII con Amosis I (1550-1525 a.C.) o Tutmosis III (1479-1425) ocupando el trono, pero en este momento no estaba construida aun la ciudad desde donde se dice que partió el pueblo hebreo. La Biblia narra con claridad que el comienzo del Éxodo se produjo desde Ramsés, refiriéndose evidentemente a Pi-Ramsés, la ciudad que el segundo faraón de esta saga mandó construir en el delta del Nilo (doscientos años después). Aunque este dato también pudo ser ajustado en función de las necesidades narrativas del autor y posteriores versiones bíblicas para enaltecer todo lo posible el prestigio de Yahveh al vencer a un faraón verdaderamente poderoso y temible como era Ramsés II, el cual, en teoría, terminó perdiendo todo su ejército en el paso del mar Rojo cuando trataba de exterminar al pueblo elegido. (Yahveh mismo reconoce en el Éxodo -14, 4-: «el faraón os perseguirá, pero yo manifestaré toda mi gloria a costa del faraón y de todo su ejército”»). Pero no hay documentos definitivos, por ahora, que atestigüen los hechos mencionados, una catástrofe de tal importancia que difícilmente podría ser escamoteada para la historia.

 

 Biblia Legionensis siglo X que se conserva en la Colegiata de San Isidoro de Leon Moises y Aaron solicitan al faraon la salida del pueblo hebreo de Egipto

Biblia Legionensis (siglo X) que se conserva en la Colegiata de San Isidoro de León.  Moisés y Aarón solicitan al faraón la salida del pueblo hebreo de Egipto.

 

Otros autores apuntan la posibilidad de Amenhotep III (Amenofis III) (1402-1364), aunque Manetón, en cuya “Aegypciaca”, que conocemos básicamente a través de Flavio Josefo, especifica, en su relación nominal de faraones, que el Éxodo tuvo lugar durante el reinado de Ahmosis I.

Es evidente que la importancia que se le da al Éxodo en la Biblia no es la misma que en los documentos egipcios, los cuales, a excepción de la indirecta y circunstancial mención de Manetón, sumo sacerdote de Ra en Heliópolis, no dedican ni una sola línea, que se sepa, a episodio tan aparentemente significativo e histórico.

Lo cierto es que hay múltiples razones que justifican teorías menos épicas que la bíblica y quizás más cercanas a la realidad de lo sucedido, las cuales apuntan más bien hacia un éxodo paulatino y desarrollado a lo largo de un período de tiempo amplio, lo que, además, explicaría y avalaría la propia idiosincrasia del pueblo hebreo, identificado con los Habiru (asirios) o Apiru por los egipcios y otras culturas cercanas. Se trataba de un conjunto de tribus que se movían desde el área de Mesopotamia hasta las fronteras de Egipto. Son descritos por distintas fuentes como “nómadas” y “trabajadores migrantes” o, de forma particularmente gráfica por los propios egipcios como “pies andantes” o “pies en movimiento” (apiru). Algún autor va un poco más allá y los define como sociedad marginal, sin lazos sólidos con otras sociedades o pueblos más asentados, sin características propias como grupo étnico, aunque sin tener en cuenta que esta sería precisamente su característica más personal y definitoria como grupo social.

 

Bliblia Legionensis. Cuando Yahveh te haya introducido en la tierra del cananeo como prometio consagraras a Yahveh todo lo que abre el seno materno Todo primer nacido de tus ganados si son machos pertenecen a Yahveh Exodo 13 11 12

Bliblia Legionensis. «Cuando Yahveh te haya introducido en la tierra del cananeo, como prometió, consagrarás a Yahveh todo lo que abre el seno materno. Todo primer nacido de tus ganados, si son machos, pertenecen a Yahveh». (Éxodo 13, 11-12)

 

Esta particular idiosincrasia tribal produciría un constante ir y venir poco reseñable a efectos documentales egipcios, lo que explicaría perfectamente la ausencia de noticias significativas y, además, también arrojaría luz sobre ese enorme espacio de tiempo de más de cuarenta años que el pueblo Apiru, o hebreo, tardó en llegar a la Tierra Prometida; aunque justo es reconocer que también podríamos considerar ese período como un buen recurso literario para mostrar con solidez y holgura el poderío de Yahveh, tanto para crear problemas a su pueblo elegido como para solucionárselos.

Es decir, el pueblo hebreo pudo estar un largo período de tiempo entrando y saliendo de Egipto acuciado por sus necesidades económicas, más bien precarias, pero fáciles de solucionar trabajando para los egipcios en la construcción de templos y ciudades, actividad que nunca faltó a lo largo de su historia. Incluso su proverbial monoteísmo pudo influir, o viceversa, significativamente en Ajenatón, el dios hereje que rechazó el panteón de los dioses al completo para quedarse solo con Atón, como quedó dicho.

La desaparición definitiva del pueblo hebreo de Egipto pudo deberse a esta causa, o sea, a un deterioro paulatino de las condiciones socio económicas debidas sobre todo al abuso de la administración faraónica en lo referente al cobro de impuestos, ya que si el contribuyente no tenía medios suficientes para pagar, siempre se recurría al trabajo forzoso, sistema muy cercano al esclavismo, sobre todo para los “Apiru”, que desembolsaban mucho más que el resto de la población, pero muy efectivo para llenar las arcas del Estado y al tiempo construir y acometer grandes obras a un coste mínimo. Así pues, en determinado momento, incitados por Moisés y Aarón, ambos aplicados con denuedo a potenciar la conciencia étnica y religiosa del pueblo elegido y, tal vez, por la incertidumbre de un período aún más confuso debido a lo que la Biblia describe como “plagas”, las cuales incrementaron más la precariedad económica, se creó el caldo de cultivo que propició la vuelta del pueblo hebreo a su antiguos territorios aledaños a Canaán, de donde salió huyendo, según parece, a causa de una persistente hambruna causada por un período de prolongadas sequías.

 

Biblia Legionensis El paso del mar Rojo

Biblia Legionensis. El paso del mar Rojo.

 

Biblia Legionensis  Nefastas consecuencias para el ejercito del faraón Moises cierra las aguas con su vara y el mar engulle soldados carros y caballos

Biblia Legionensis. Nefastas consecuencias para el ejército del faraón: Moisés cierra las aguas con su vara y el mar engulle soldados, carros y caballos.

 

Desde el momento en el que el pueblo de Dios traspasa el simbólico obstáculo del mar Rojo, esa primera gran frontera con respecto a su vida anterior, comienzan a dictarse las normas que iban a regir sus pasos por el simbólico desierto camino de la meta final de la Tierra Prometida. Normas muy mediatizadas, como es lógico, por las especiales circunstancias de tipo social, económico y, sobre todo, religioso, propias de un colectivo puesto a sí mismo en la situación precaria de un pueblo que busca, con tanto entusiasmo como necesidad, su identidad perdida en geografías ajenas, y más aún, por medio de un “modus vivendi” viajero de poco calculadas consecuencias que, en muchos casos, no tuvo buenos resultados.

 

Algunas de las normas dictadas a la sombra de semejantes circunstancias nos pondrían los pelos de punta si no las tuviéramos en cuenta, como por ejemplo las relativas a la esclavitud (Éxodo, 21) en las que se especifican los derechos y obligaciones de los esclavos, o con respecto a la violación de una virgen (22, 15): «Si un hombre seduce a una virgen no desposada y se acuesta con ella, le pagará la dote y la tomará por mujer…», pero no pasa mucho más… El Decálogo es capítulo para más adelante por su importancia y sobre todo porque recoge, compendia, y asume primeros principios comunes, genéricamente hablando, a la mayor parte de culturas y religiones, muchos de los cuales, como vimos, se recogen ya en el Libro de los Muertos.

 

 

Biblia Legionensis Moises recibe las Tablas de la Ley

Biblia Legionensis. Moisés recibe las Tablas de la Ley.

 

Desde el punto de vista del pueblo elegido, ésta salida de Egipto no era solo inexcusable para lograr la emancipación con respecto a una cultura superior, sino también una separación necesaria para alejarse de lo pagano y acercarse, podría pensarse que casi por inercia, a su propia idiosincrasia étnico-religiosa, aunque por supuesto dirigida por Yahveh, su Dios. Pero, naturalmente, una cosa son las intenciones y otra muy distinta los hechos: La dirección tomada no fue nunca la contraria sino más bien paralela, como se puede suponer. Es más que obvio que una civilización del calibre de la egipcia, con una estructura potente, tanto social como religiosa, elaborada y cuajada durante milenios, no era fácil de erradicar de la conciencia y costumbres por muy enérgicos que fueran los empeños y las voluntades de los dirigentes hebreos, incluso apelando vehementemente a todo un viaje simbólico, pero poco práctico y abocado al constante recuerdo y práctica de usos, costumbres y ritos pasados, muy cimentados en el subconsciente colectivo.

Uno de los primeros tropiezos de importancia para el pueblo hebreo fue volver a las andadas, en este caso en forma de rituales oferentes a la estatua de un becerro. Mientras Yahveh prodigaba su tiempo en aras de consolidar su naciente religión, fundamentalmente a base de ir prohibiendo todo lo relacionado con las costumbres con las que el pueblo egipcio había teñido de paganismo los incipientes usos socio-religiosos del pueblo hebreo, éste se dedicaba a recordar antiguos dioses que, por otro lado, les proporcionaban más tranquilidad y menos temor que el tonante y estruendoso Yahveh, y además eran los de toda la vida, al contrario que el nuevo.

 

Biblia Legionensis La escena de la adoracion del Becerro de Oro

Biblia Legionensis. La escena de la adoración del Becerro de Oro.

 

Probablemente Apis fue el causante de la primera desgracia seria de la diáspora. En La Biblia se le llama simplemente “becerro de oro”, se le despoja de su nombre real para quitarle, no ya importancia, sino la propia vida. Cuando los egipcios borraban un nombre de alguna inscripción lo hacían para condenar a la víctima al olvido eterno. No había cosa peor. Tal vez así esperaba Moisés agradar al divino Yahveh aunque, por otro lado y previsiblemente, solución de muy pobres resultados, sobre todo si tenemos en cuenta la relación ancestral de los dioses egipcios con el pueblo de Israel. Más aún si consideramos que el toro en Egipto, y otras culturas, era reconocido como heraldo de los dioses, como ya se dijo y Apis, en particular, como mensajero del dios Ptah, encargado de velar por la fecundidad del suelo y su poder germinativo. En determinado momento el buey comenzó a ostentar el título de “Hijo de Ptah” y a ser su encarnación animal. Las fiestas más significativas dedicadas a este animal tenían lugar para propiciar que los campos dieran abundantes frutos. Es necesario tener esto en cuenta para comprender la irrupción del becerro de oro en un momento en el que la abundancia y el bienestar inicial empezaban a disiparse y a levantar inquietud en el colectivo errante. En cualquier caso el problema se resolvió con el duro castigo de una espectacular matanza de tres mil personas (Éxodo 32, 28 – 29). Al día siguiente Moisés consiguió distraer la atención de Yahveh a duras penas, el cual se limitó a dejar pasar el momento en espera de mejor ocasión para la ineludible venganza, porque la principal trasgresión que un pueblo de características indoeuropeas, como el hebreo, podía hacer (con dioses solares y masculinos) era adorar a un dios agrario de una religión que aún mantenía viejas costumbres y ritos matriarcales. Éste es el principal agravio que se le hace a Yahveh en el episodio del becerro de oro y esta es una de las principales causas de la bíblica salida de Egipto del pueblo hebreo, un pueblo pastoril y nómada, en fase de alejamiento físico y espiritual de los dioses paganos relacionados con la tierra y sus frutos. No es casualidad que Yahveh prefiriera el cordero de Abel a las espigas de Caín, por más que estas fueran cuidadosamente seleccionadas (Génesis 4, 2-5).

No podemos dejar de constatar aquí otra táctica, no menos eficaz, encaminada a apartar al pueblo de los ídolos paganos. Se trataba de suprimir simplemente cualquier tipo de figuración y no solo la relacionada con la divinidad, lo cual significa el primer paso activo hacia el aniconismo, que luego iremos viendo salpicado a lo largo de la historia. Si no hay ídolos cambia mucho el tipo de ritual oferente, tanto que se parecerá muy poco al anterior y, así, se podrían distanciar de lo pagano para acercarse hacia la nueva identidad: Éxodo 20, 3: “No habrá para ti otros dioses delante de mí”. Ex. 20, 23: “No te harás escultura ni imagen alguna de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto porque yo, Yahveh, soy un Dios celoso que castigo la iniquidad…” No en vano el nuevo objeto de culto adoptado por el pueblo errante con el que se pretendía sustituir al becerro de oro, consistía en un simple cajón, el Arca de Alianza”, custodiada, pero solo custodiada, por querubines.

 

Biblia Legionensis Ni una sola imagen divina como referencia Tan solo el Arca de la Alianza

Biblia Legionensis. Ni una sola imagen divina como referencia. Tan solo el Arca de la Alianza.

 

Yahveh saca a su pueblo de un país donde no llueve, donde la fertilidad es propiciada por el agua de un río. Los va a llevar a un país que mana leche y miel (Éxodo 3, 8), es decir, donde el agua viene del cielo (Deuteronomio 11, 11-12) y, por lo tanto, la fertilidad de la tierra queda limpia de residuos paganos y corre por los arroyos propiciando la abundancia terrenal simbolizada en la leche y la miel. La leche, alimento por excelencia de los pueblos nómadas, producida por animales, como la miel, símbolo de la dulzura de la vida para una cultura que aún no conoce el azúcar, ambos alimentos de origen no telúrico sino animal.

 

Biblia Legionensis.  El Arca de la Alianza custodiada por dos querubines en el Sancta Sanctorum donde ofician los hijos de Levi

Biblia Legionensis. El Arca de la Alianza custodiada por dos querubines en el Sancta Sanctorum, donde ofician los hijos de Leví.

3 comentarios.

  1. Alicia dice:

    Me parece excelente, tu relato de la historia de lis hebreos
    Saludos
    Tus nietos los nejores y mas guapos jaja

  2. Julieann Henington dice:

    Very interesting information!Perfect just what I was searching for! «It’s the Brady Act taking manpower and crime-fighting capability off the streets.» by Dennis Martin.

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