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Jesús Herrero Marcos
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03 La Vieja Europa. Dioses solares y diosas telúricas.

Los Indoeuropeos

 

Guerreros conduciendo carros con caballos en dos anforas del Museo Arqueologico de Atenas Beocia 700 500 a C

Guerreros conduciendo carros con caballos en dos ánforas del Museo Arqueológico de Atenas. Beocia, (700-500 a. C.).

 

La palabra “indoeuropeo” nace atendiendo a un concepto filológico que describe las características comunes a varias lenguas actualmente en uso dentro de un amplio territorio geográfico que va desde la India hasta Europa, características que son intrínsecamente distintas al resto de las lenguas.

Aunque no hay evidencias documentales precisas, se puede considerar que estamos hablando de un grupo étnico con rasgos propios de seminómadas, con una cultura que utilizaba el caballo, la rueda y el carro, que empezó a dominar la técnica del metal antes que otros grupos étnicos y que subsistía con cierta eficacia por medio de la agricultura y la ganadería.

Todas estas características, a las que hay que añadir la presión climática propia de las regiones centrales de Europa, empujaron e hicieron posible su paulatina expansión hacia el sur, de clima más benigno y propicio para el desarrollo de las técnicas agrícolas y ganaderas que ya poseían.

 

Pixide con figuras de caballos y serpientes en la tapa Museo Keramikos de Atenas

Píxide con figuras de caballos y serpientes en la tapa. Museo Keramikos de Atenas.

 

Desde el punto de vista social este grupo étnico parecía poseer arraigadas y homogéneas tradiciones lo que le daba una cierta seguridad y solidez no solo en su expansión geográfica sino también cultural. Su religión, si podemos llamarla así, era politeísta y con dioses masculinos de carácter solar, es decir, apelaban o deseaban que sus divinidades les proporcionaran lo que les faltaba o amenazaba desde el punto de vista climático o meteorológico. Querían luz y calor, justo lo que no tenían, en contraposición con las características de las religiones telúrico-mistéricas de las antiguas sociedades mediterráneas, estacionadas más al sur, que sí lo tenían y cuyos planteamientos culturales giraban en torno a las diosas femeninas apegadas a la tierra, a la humedad, a la oscuridad de las cuevas y a los manantiales. En resumidas cuentas, buscando el frescor y el agua de los manantiales y fuentes que, poco a poco, fueron sacralizando a medida que iban evolucionando hacia estructuras teofánicas cada vez más sofisticadas. Lo que les sobraba a unos les faltaba a otros.

Los dioses masculinos producían sociedades patriarcales regidas por un padre o patriarca. Las diosas femeninas, cuyo máximo exponente era la diosa “Madre Tierra”, originaban sociedades matriarcales tuteladas por mujeres.

 

Area geografica de la Vieja Europa

Área geográfica de la Vieja Europa.

 

Marija Gimbutas, la imprescindible arqueóloga lituano-estadounidense para entender las culturas de la “Vieja Europa”, sitúa el origen geográfico de los Indoeuropeos en el curso medio e inferior del Volga, entre la estepa rusa y el sur de Ucrania, alrededor del 7000 a. C. aproximadamente.

Gimbutas da el nombre de “Kurganes” a esta etnia, el cual proviene del tipo de sepultura utilizado por este grupo social durante las Edades del Cobre, Bronce y Hierro. La estructura de estas tumbas era tumular y en ellas se inhumaba a los difuntos rodeados habitualmente de un magnífico ajuar funerario en el que cabe destacar la presencia de carros, caballos y diversos tipos de armas blancas, tres elementos claves para entender la gran movilidad que favoreció  su expansión física y cultural.

Desde el sur del Volga cruzaron las cordilleras del Caúcaso y fueron a asentarse en Irán, Mesopotamia y, posteriormente, la India. El resultado de la aleación cultural produjo el idioma sánscrito en la India, el kurdo y el persa respectivamente.

En Europa sucedió lo mismo, dando lugar a otro grupo de idiomas en los que la lingüística comparada ha identificado un origen matriz común a todas las ramificaciones.

Por lo que se refiere a sus divinidades solares, parece claro que sobre todos ellos sobresalía un dios supremo asociado al concepto de “padre” que tenía su morada en las alturas celestiales, concepto que permanecerá casi inalterable en el resto de las culturas subsidiarias junto al concepto de Trinidad, característica también propia aunque la evolución o aceptación de algunos elementos de las culturas colonizadas, particularmente los telúricos-matriarcales mediterráneos, impusiera sobre la “trinidad” la presencia de mujer-esposa e hijo, conformando así un núcleo familiar más adecuado y pujante en lo referente a la reproducción y fertilidad imprescindibles para la supervivencia del grupo.

No es necesario repasar todas las religiones históricas para darse cuenta de que la estructura es siempre la misma, no solo porque su origen sea el ya mencionado sino porque, sobre todo, responde al comportamiento social de los humanos relacionado con la conservación de la especie.

 

Guerrero decapitando serpiente Ceramica chipriota 670 aC

Guerrero decapitando serpiente. Cerámica chipriota (670 a.C.).

 

En cualquier caso no siempre la fusión cultural de los dioses solares masculinos con las diosas telúricas femeninas resultó pacífica y, como todo el mundo sabe, las disputas entre los unos y las otras siguen siendo cotidianas. En todas las religiones hay elementos relacionados con el bien (divinidades) y el mal (demonios), ya sean elementos masculinos o femeninos indistintamente. A veces la combinación y asociación produce fricciones, sobre todo cuando en las distintas religiones surgen los fundamentalismos en el gremio clerical que, en el caso del cristianismo degeneró dramáticamente con la aparición de la Inquisición y la quema, entre otras muchas víctimas, de brujas que, curiosamente, solo se daban en sociedades de carácter matriarcal tradicionales en las regiones del norte de la península y que tal vez precisamente por eso sufrieron el acoso de la cultura patriarcal de la religión oficial con el fin de demonizar y luego destruir los obstáculos culturales que enturbiaban el camino de los fieles creyentes, aunque éstos solo fueran considerados por los clérigos como meros clientes en la mayoría de los casos.

Muchas brujas ardieron en las hogueras cuyo fuego se alimentaba, además, con delaciones indiscriminadas de carácter anónimo provocadas por las envidias y cuentas pendientes entre el vecindario.

Y aun hoy seguimos con las luchas del machismo y el feminismo, en cualquier caso subsidiarias o derivadas del primitivo choque entre dioses y diosas que, aunque básicamente fue pacífico, a veces resultó o sigue  resultando catastrófico, sobre todo cuando reunimos al hombre y a la mujer en la equívoca expresión “género” en vez del más ético vocablo “persona”, que es la que detenta los derechos y las obligaciones.

 

 

Sociedades Matriarcales

 

Mujer ingravida de Kalekovets con losanges en el vientre Bulgaria 4000 a C

Mujer ingrávida de Kalekovets con losanges en el vientre. (Bulgaria). (4000 a. C.).

 

Pero volviendo a los aspectos culturales de las antiguas sociedades centroeuropeas es necesario recordar que el conocimiento de las características de sus incipientes comunidades se basa fundamentalmente en las evidencias arqueológicas que, poco a poco, van mostrando una clara evolución hacia la “civilización”, entendida esta como un estadio en que los distintos grupos sociales van adquiriendo técnicas en la manipulación y fabricación de objetos que puedan facilitarles la vida en sus distintos aspectos cotidianos, así como la elaboración de productos primarios relacionados fundamentalmente con la agricultura y ganadería, como por ejemplo la trasformación de distintos tipos de cereales, olivas y uvas en elaboraciones más fácilmente consumibles y sofisticadas. Procesos todos ellos que terminarán definiendo las diferencias entre los que se consideraban a sí mismos civilizados y los que no conocían estos procesos, los cuales eran considerados por los primeros como bárbaros, incultos y salvajes, solo capaces de limitarse a recolectar y consumir sin elaboración previa. Esta consideración es importante para entender por qué el trigo/pan, la oliva/aceite y la uva/vino fueron empleados no solo como ofrendas sacrificiales en casi todas las estructuras religiosas sino también, ya en el Cristianismo, como la mismísima identidad corporal de Cristo que asumió el pan como su propio cuerpo, el vino como su propia sangre y el aceite como elemento imprescindible para ungir nuevos sacerdotes, todo lo cual venía a garantizar a la parroquia un grado de civilidad más que suficiente.

 

Diosa de Willendorf Paleolitico 30000 20000 a C. Naturhistorisches Museum de Viena

Diosa de Willendorf. Paleolítico (30000-20000 a.C.). Naturhistorisches Museum de Viena.

 

Las figurillas de dioses y diosas se venían produciendo desde el Paleolítico Superior, ya fueran talladas en piedra o modeladas en arcilla y hueso. Eran necesarias para visualizar la presencia de la divinidad a la que se solicitaba ayuda y protección. En las sociedades más primitivas estas divinidades estaban intrínsecamente relacionadas con lo más precario y urgente, que era, lógicamente, todo lo relacionado con la fertilidad necesaria para mantenerse y expandirse tanto en lo referente a la especie humana como a lo relacionado con el mundo animal y vegetal.

Tenemos muchos ejemplos de figurillas femeninas que han dado en llamarse “diosas”, casi todas ellas con sus órganos reproductivos especialmente resaltados como referencia expresa de su función genética, así como muchos animales y objetos adornados con grafismos geométricos relacionados con los accesorios de la fecundidad y abundancia como, por ejemplo y sobre todo, el agua, elemento imprescindible para la vida. A ello hay que añadir otras muchas producciones, más o menos naturalistas, de falos o personajes masculinos itifálicos con funciones similares.

 

Figura femenina de arcilla representando a una diosa pajaro probablemente asociada al culto de Demeter 600 a C Museo de las Cicladas en Atenas

Figura femenina de arcilla representando a una diosa pájaro, probablemente asociada al culto de Demeter. (600 a.C.). Museo de las Cícladas en Atenas.

 

Cuando llega, después de una lenta evolución, alrededor del 6500 a.C., lo que podríamos llamar “civilización”, comienzan a aparecer las cerámicas. Ya hay una manipulación y elaboración del barro que luego será cocido y con ello adquirirá una consistencia más duradera, lo que le convertirá en un objeto muy útil. Luego comenzarán a decorarse las cerámicas también con este tipo de grafismos mencionados, además de esquemáticas figuras antropomorfas y teriomórficas, convirtiéndose a continuación en contenedores de ofrendas para utilizarse en ceremonias y rituales cada vez más elaborados. Todo esto permitiría, además, facilitar los intercambios de todo tipo de productos, no solo por su cualidad de receptáculo sino también por su versatilidad para ser transportadas con comodidad.

Pero para entender este aumento importante de la producción es necesario tener en cuenta el hecho de la creciente sedentarización que las distintas colectividades fueron asumiendo a medida que iban explotando, cada vez con más eficacia, los distintos territorios desde el punto de vista agrícola y ganadero, primero como áreas de recolección de vegetales y caza y luego como asentamiento de cultivos organizados ya con técnicas agrícolas y estabulación de ganado. Las distintas etnias se fueron estableciendo en determinados territorios en función de sus posibilidades de explotación: Permaneciendo en ellos era ya posible cosechar, almacenar y estabular y, por lo tanto, prever y garantizar con cierta seguridad su supervivencia, que es de lo que se trataba.

Este mismo efecto de sedentarización produjo, a su vez, un cierto grado de estabilidad vital que permitió seguramente desarrollar los espacios espirituales que reclamaba la divinidad, lo que llevó consigo una evolución religiosa y una definición más precisa y perfilada de los dioses protectores, normalmente figurados a imagen y semejanza de los humanos, aunque a veces se representaran con forma animal, básicamente para subrayar alguna característica concreta de alguna divinidad como, por ejemplo, la fuerza, la agudeza visual, la clarividencia y un largo etcétera, algo también común a todo lo largo y ancho de la historia de las religiones.

 

Diosa de los animales o diosa abeja en un anfora de Beocia 700 a C Museo Arqueologico de Atenas

Diosa de los animales o diosa abeja en un ánfora de Beocia (700 a. C.). Museo Arqueológico de Atenas.

 

Como es lógico también empezaron a establecerse espacios especialmente dedicados a las deidades, espacios sacralizados que fueron equipados con altares o aras y en los que la colectividad se reunía para llevar a cabo diversos rituales y ceremonias, normalmente relacionados con ofrendas y sacrificios en los que se le daba a la divinidad, o se le devolvía en agradecimiento, parte de lo que esta había donado a la comunidad gracias a su poder omnímodo. No es necesario apuntar que todos estos rituales estaban relacionados fundamentalmente con el comienzo o terminación de ciclos agrícolas.

Si estos espacios sagrados pertenecían a las sociedades matriarcales casi siempre se encontraban en el interior de grutas o cuevas naturales, dentro de la Tierra que era la “Diosa Madre” telúrica, evidentemente por analogía con el útero sagrado del que brotaba la vida, tanto animal como vegetal, y el agua.

Si el grupo humano era patriarcal, característica intrínseca de los kurganes con sus dioses solares, los espacios sagrados casi siempre se encontraban en espacios abiertos y abrigos iluminados por la luz directa del sol, lo que no es obstáculo para encontrar excepciones, debidas más a cuestiones prácticas de carácter orográfico o climatológico, que de otro tipo.

Al hacerse las sociedades cada vez más sedentarias, fueron estableciéndose núcleos de población más compacta, lo que da lugar a una organización social más refinada no solo en los oficios relacionados con la agricultura y domesticación animal, sino también en la jerarquización social y la especialización en otras actividades, como las de carácter, religioso, defensivo o artístico. En este último caso con la especialización más exclusiva y definida en la producción de auténticas obras de arte, no solo desde el punto de vista cualitativo sino también cuantitativo y casi siempre relacionadas con asuntos de carácter supuestamente mágico y religioso.

 

 

Iconografía de la divinidad

 

Diosa de Laussel Dordoña sur de Francia 25000 20000 a C

Diosa de Laussel. Dordoña, sur de Francia (25000-20000 a. C.).

 

Fabricar objetos capaces de evocar a la divinidad o aquellas cosas imprescindibles para garantizar la supervivencia, es una constante a todo lo largo de la historia de la humanidad. Normalmente, y prescindiendo de estilos artísticos o conceptuales, los iconos son símbolos capaces de concitar ideas comprensibles en quién los observa. Ideas que, dependiendo de las épocas y de la habilidad artesanal, responden casi siempre a patrones preestablecidos, cuyos contenidos simbólicos van evolucionando, aunque los más primarios, suelen mantener intacto, o en estado puro, el mensaje que se pretende transmitir.

Es posible constatar al principio una falta de formas figurativas, casi abstractas, para concentrar la información en algo nítido desde el punto de vista conceptual. Por ejemplo, las diosas esteatopigias evocan muy vagamente lo que podría ser una figura femenina, pero centran eficazmente la atención, apoyándose en el desarrollo exagerado de sus volúmenes (senos enormes, vientres ingrávidos o glúteos abundantes), sobre lo que realmente interesaba, es decir, la fertilidad y la abundancia.

Las sofisticadas formas geométricas ligeramente figurativas de los iconos cicládicos trascienden a la descripción de la figura humana para centrar la atención de sus aparentemente rígidas siluetas sobre los conceptos de “deidad”, “comunidad”, “familia” o “padre”. Poco a poco se irá evolucionando hacia un naturalismo mayor durante el Calcolítico y, aunque de variada y heterogénea calidad, la función en lo referente a los contenidos simbólicos no varía.

 

Figura femenina de marmol Museo de las Cicladas en Atenas Finales del Neolitico

Figura femenina de mármol. Museo de las Cícladas en Atenas. Finales del Neolítico.

 

Está bastante claro que, al margen de la identidad individual de los dioses y diosas de la Vieja Europa, ya nos refiramos a los de características solares de los Indoeuropeos, o a las de características telúrico-mistéricas de las diosas femeninas, la organización de las divinidades se conforma sobre la base de las “tríadas”. En unos casos las tríadas giran en torno a las estructuras familiares (padre, madre e hijo, generalmente producto de la aleación de las estructuras masculinas con las femeninas mediterráneas), y en otros manteniendo e intensificando el reflejo de la organización social de la comunidad en castas (sacerdotal, guerrera o trabajadora, incluyendo en esta última capa social todo lo relacionado con la salud, la procreación, la abundancia, la alimentación y las relaciones con la naturaleza).

Así por ejemplo, en la tríada celta, Esus, dios relacionado con la naturaleza y la guerra; Tutatis, defensor y juez del pueblo y Taranis, dios del trueno. Evidentemente, al ser dioses de características solares sus manifestaciones estaban siempre relacionadas con fenómenos atmosféricos.

Al mismo concepto responden los nórdicos Thor, Odín y Freyja, esta última más relacionada, como es lógico, con el amor, la vida conyugal, la fertilidad y la maternidad.

En la India Brahma, Visnú y Shiva o Varuna, Mitra e Indra; en Grecia Zeus, Poseidón y Hades; la tríada capitolina con Zeus/Júpiter, Hera/Juno y Atenea/Minerva; y los nabateos con Baalshamin, Aguibol y Malakbel.

 

Simbolica representacion de los punzantes rayos de Zeus en un mosaico de la villa romana de Astudillo Palencia

Simbólica representación de los punzantes rayos de Zeus en un mosaico de la villa romana de Astudillo (Palencia).

 

Las representaciones más o menos figurativas de todos estos dioses son múltiples y variadas y, en muchos casos, muy sofisticadas, sobre todo cuando las distintas culturas adquieren conciencia y estructuras gremiales, como quedó dicho, dando lugar a talleres de producción muy complejos y especializados.

La iconografía abunda también en grafismos de carácter geométricos, asimismo evocadores no tanto de la imagen objetiva de las divinidades, sino de las características de sus atributos: De todos son conocidas las representaciones del rayo propias de los dioses que ostentan en su personalidad un acusado rasgo de violencia atmosférica encaminada a asustar a la parroquia (Zeus tonante, Júpiter, Indra, Thor) y a dejar claro su omnímodo poder.

En otros casos los grafismos se concentran más en la descripción de las características mágico-religiosas, como es el caso de las hélices, de las cuales hay una profusa variedad de diseños que van desde el trisquel celta a la cruz gamada, de infausto recuerdo por la utilización que de ella hizo el nazismo, pero que en origen no era más que un diseño helicoidal que trataba de representar el movimiento del sol, es decir de definir las características solares de una religión o creencia.

 

Cruces gamadas entrelazos y rosetas solares en un mosaico de la villa romana de la Olmeda Palencia

Cruces gamadas, entrelazos y rosetas solares en un mosaico de la villa romana de la Olmeda (Palencia).

 

Los símbolos relacionados con el agua como elemento imprescindible para la supervivencia, también son muy abundantes y suelen representarse en forma de líneas quebradas paralelas y horizontales o verticales, o retículas y rombos y, a veces, como simples líneas onduladas. La repetición de estos grafismos, y su desarrollo horizontal, les adecuaba para ser incluidos como motivos decorativos en cerámicas de todo tipo desde el primer momento. De ello sobran ejemplos.

Algo parecido sucede con las imágenes de los animales, ya se trate de evocar deidades concretas o alguna de sus particularidades o cualidades en función su singularidad zoomórfica, o sus hábitos de comportamiento. Así por ejemplo, las aves suelen estar siempre relacionadas con las religiones solares, uno de cuyos máximos representantes es el águila, la cual, dados sus atributos, no solo vuela en las alturas cerca de los dioses, sino que también dispone de una vista agudísima y capaz de mirar directamente al sol sin daño, lo cual está muy bien para recordar el hecho de que a los dioses no se les escapa nada, idea un tanto inquietante para los humanos y capaz de tenerlos sujetos. Ello no es obstáculo para encontrar en las sociedades matriarcales las denominadas por Gimbutas “diosas pájaro”, figuras femeninas con cabeza de ave.

 

Lebes Gamiko de Beocia con un ave 700 a C Museo Arqueologico de Atenas

Lebes Gámiko de Beocia con un ave. (700 a. C.). Museo Arqueológico de Atenas.

 

En el lado de las diosas telúricas y como máximo representante de la divinidad, se encuentra la serpiente, que nunca tuvo connotaciones negativas hasta que chocó de frente con los dioses solares. A partir de ahí, y desde luego en lo que respecta al cristianismo, se convirtió en el demonio, el cual tentó a Eva en el espinoso asunto de la manzana del Paraíso, algo que todavía seguimos arrastrando. En el románico abundan las águilas atacando serpientes, iconografía que deberemos interpretar como la victoria del cristianismo contra todo tipo de paganismos, pero sobre todo con la arcaica y, al mismo tiempo contemporánea, lucha de los dioses masculinos contra las diosas femeninas o, en un plano más tragicómico, la equívoca lucha del bien contra el mal, luchas todas ellas que tanto placer provoca en el ámbito clerical. A consecuencia de lo cual es necesario anotar la inclusión del ofidio en toda la iconografía oficial de la representación del pecado de la lujuria, donde la serpiente muerde o succiona los senos de una mujer. Relacionado directamente con la serpiente se define el grafismo geométrico de la espiral y todos sus derivados, con evidentes connotaciones de carácter cósmico, pero sobre todo con el concepto de evolución y desarrollo giratorio en el que se halla inmerso el cosmos.

 

Vaso decorado con bandas verticales en zigzags representando al elemento agua Periodo Vinca Temprano 5200 a C

Vaso decorado con bandas verticales en zigzags representando al elemento “agua”. (Período Vinca Temprano. 5200 a.C.).

 

Hay otros muchos animales, todos ellos presentes en la vida cotidiana, relacionados con el peligro femenino en la iconografía románica, y entre ellos cabe destacar a los lepóridos, en parte por la enorme capacidad reproductora que, aunque a las diosas femeninas les encajaba perfectamente como atributo, no así al estamento eclesiástico, que enseguida atisbó que el exceso de fertilidad llevaba también aparejada una importante actividad sexual cargada de lujuria, cosa que siempre fue vista con mirada aviesa desde la religión oficial. Y lo mismo sucede con todas las producciones de carácter artístico que históricamente se relacionan con lo femenino, ya sean simples grafismos geométricos, como vulvas, úteros o aparatos genitales más o menos explícitos, o elaboraciones figurativas de carácter zoomórfico o antropomórfico, si bien es cierto que eso solo sucede en el caso del cristianismo, porque en el resto de las culturas o creencias derivadas de la conjunción de lo solar con lo telúrico, el asunto fue asumido de forma muy distinta y, en cualquier caso, más acorde con una visión más ecológica, humana y natural del problema.

 

Figura masculina representando al dios Año Dimini Larissa V milenio a C Museo Arqueologico de Atenas

Figura masculina representando al dios Año. Dimini (Larissa) V milenio a.C. Museo Arqueológico de Atenas.

 

 

Bibliografía

Caro Baroja, Julio. Los fundamentos del pensamiento antropológico moderno. CSIC. Madrid 1985. Las Brujas y su mundo. Alianza ed. Madrid 2010.

Delporte Henry. La imagen de la mujer en el arte prehistórico. Ed Istmo, Madrid 1979.

Eliade, Mircea. Imágenes y símbolos. Ed Taurus, Madrid 1999. Historia e las creencias y las ideas religiosas. (5 volúmenes). Paidos, Buenos Aires, 1992.

Gimbutas, Marija. El lenguaje de la Diosa. Grupo Editorial Asturiano. Oviedo 1996. Diosas y dioses de la Vieja Europa. Siruela S.A., Madrid 2014.

 

Hay sólo 1 comentario.

  1. Ninfa Welden dice:

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