ROMÁNICO
VIAJES
Un viaje iniciático
Las conchas van marcando el Camino. Esta se encuentra en una de las calles de Nájera por donde transitan los peregrinos.
Entre otras muchas, una forma de viajar es la peregrinación. Para el diccionario de la Real Academia de la Lengua es, referido a una persona, “andar por tierras extrañas”; “ir en romería a un santuario por devoción o por voto”; ”en algunas religiones, vivir entendiendo la vida como un camino que hay que recorrer para llegar a una vida futura en unión con Dios después de la muerte” y, por último, “andar de un lugar a otro buscando o resolviendo algo”.
La placa con la concha no solo señala el camino sino algunas de las infraestructuras que lo jalonan, en este caso una hospedería en San Juan de Ortega.
Cualquiera de las cuatro acepciones precedentes tiene algo que ver en mayor o menor medida con el romero que recorre el Camino de Santiago. Es evidente que el peregrino compostelano anda por tierras extrañas, o en cualquier caso desconocidas, o poco o nada visitadas habitualmente; en todos los casos se encamina hacia un santuario, tradicionalmente por devoción o por voto, al menos hasta fechas relativamente recientes porque esto ha ido cambiando poco a poco, sobre todo porque las razones religiosas han ido perdiendo fuerza para desplazarse hacia áreas más laicas y terrenales como por ejemplo las deportivas o las sicológicas o simplemente sociales derivadas de la búsqueda de nuevas amistades u otras experiencias más o menos estimulantes, lo cual está relacionado íntimamente con la última acepción, la de andar de un lugar a otro resolviendo algo, que tal vez sea la más profunda y que en el fondo engloba a las demás. Un camino recorrido en este caso hacia adentro por un territorio en muchos casos extraño o poco explorado por la desidia, la mecanización cotidiana de nuestros actos, emociones y sentimientos que se han atascado en la rutina diaria lo que, finalmente, nos lleva a una falta de indagación sobre nosotros mismos que se puede resolver en ese camino por tierras extrañas, o que hemos convertido en extrañas e irreconocibles a base de no visitarlas. Es un camino iniciático en tanto en cuanto es o puede ser una experiencia decisiva en el reconocimiento de la propia identidad perdida u olvidada o desconocida. Evidentemente en esto está mucha de la gente que circula actualmente en la ruta compostelana, al margen o con inclusión de metas religiosas, deportivas o lúdicas que al final, con el ejercicio físico inherente a cualquier peregrinaje, terminan por fundirse en una sola, aun con los matices derivados del carácter, personalidad y capacidad intelectiva del caminante.
En ocasiones se puede encontrar incluso algún plano detallado de la ruta en las proximidades como este, ya algo antiguo, que se encuentra junto a la ermita de Valdefuentes en los Montes de Oca.
Tampoco habremos de olvidar una de las constantes culturales del viaje purificatorio de ascendencia bíblica y presente en muchas culturas, entre otras de la cristiana y la musulmana. Una senda en la que el alma o el espíritu se purifica a través de la inmersión en los cuatro elementos del sistema cuaternario, tierra, aire, agua y fuego, bien representados simbólicamente en la meteorología y orografía inherente e implícita en el recorrido, una senda inscrita en el vacío del paisaje donde el cielo y la tierra se presentan desnudas en toda su intensidad y el fuego del sol o la fría lluvia le suponen al peregrino un obstáculo a superar para conseguir su depuración espiritual tras un denodado esfuerzo de voluntad de carácter biosíquico.
Es frecuente ver en las iglesias románicas del Camino referencias iconográficas a la peregrinación, como es el caso del caminante que se encuentra en una de las arquivoltas de la portada oeste de Vallejo de Mena (Burgos).
En este último aspecto la realización física del Camino exige una preparación desde el punto de vista de la intendencia, y en esto no es asunto baladí la cartografía pura y dura. Aún está reciente el truculento episodio relacionado con el Codex Calixtinus, un libro directamente relacionado con el apóstol Santiago, patrón de España. En él se incluye una especie de guía turística del Camino que pasa por ser la primera que se hizo con esta óptica de “turística” en la historia. No le falta ninguno de los detalles propios del género: Describe los caminos oficiales, los paisajes, los pueblos, villas y ciudades del recorrido, sus monumentos, sus iglesias, el paisanaje y hasta algunos aspectos culinarios. Tan solo le falta un mapa más o menos detallado, como en las guías modernas, para visualizar y planificar las etapas del trayecto y demás particularidades. No obstante esto no es difícil de subsanar. Conocemos el estilo de la cartografía de la época en la que solían incluirse, además de los detalles mencionados, algunas escenas y personajes representando hechos históricos o milagrosos que servirían para aumentar la piedad del peregrino.
Algo parecido a este podría ser el mapa que le falta al Codex Calixtinus. En la parte inferior se añaden los escudos medievales de las distintas regiones y ciudades por las que discurre la ruta.
No obstante la imprecisión cartográfica de la época no nos llevaría muy lejos, pero esta dificultad está ya superada gracias a los actuales GPS y a los satélites. A pesar de todo lo cual nada nos impide intentar la confección de un mapa que pudiera adecuarse a la estética del Codex Calixtinus y, sobre todo, con los datos no solo cartográficos u orográficos, como se dijo, sino también con algunas referencias y circunstancias de carácter más práctico, como villas, ciudades, monasterios, hospedajes, ríos y montañas y algunas referencias imprescindibles a la milagrería edificante que acompaña necesariamente cualquier peregrinación que se precie. En el Codex se añaden además algunas particularidades con respecto a las aguas beneficiosas o malsanas de algunos ríos que el viajero medieval habría de tener en cuenta si no quería terminar sus días en la orilla del cauce; o las noticias de las cualidades de las gentes que se irá encontrando el peregrino, asunto no menos importante en la época medieval, porque podría ser peligroso o lo contrario, lo que conllevaría modificaciones sustanciales en la ruta y no digamos nada sobre la abundancia, escasez y calidad de la comida de las distintas regiones por la que discurre la senda.
Las Jornadas del Camino
En el capítulo II del Libro V del Codex Calixtinus se relacionan las jornadas que marcarán las distintas etapas de la peregrinación. Lógicamente el trecho recorrido en algunas de las jornadas que se describen pueden parecer largas. Es obvio que el autor hizo algunas partes del camino, si no todas, en caballería, lo cual se menciona expresamente, como sucede en el tramo entre Estella, Nájera y Burgos por ejemplo. Y también es evidente que las circunstancias a las que estaba sometida la senda en aquel tiempo (enfermedades, bandidos, hospitales, hospedajes, por no hablar de otras situaciones políticas, religiosas, jurídicas, etc.), no son las mismas que en las actuales, en las que un simple teléfono móvil puede sacar al peregrino de cualquier atolladero.
A veces el Camino utiliza antiguas calzadas romanas como esta que se encuentra frente al monasterio de San Zoilo en Carrión de los Condes.
Por otra parte el viajero medieval se veía obligado a recorrer determinados tramos, por largos que fueren, en un tiempo determinado con el fin de llegar a determinada villa para pernoctar ya que, al contrario que en tiempos actuales, en aquel no había tantos lugares de parada y descanso.
Las etapas según el Codex (Libro V, capítulo II)
El claustro del Monasterio de San Juan de la Peña (Huesca).
Desde el Somport a Puente la Reina hay tres jornadas:
La primera es desde Borce, que es el lugar situado al pie del Somport contra Gascuña, hasta Jaca.
La segunda es desde Jaca a Monreal.
La tercera desde Monreal a Puente la Reina.
Desde Port Cize se cuentan trece jornadas hasta Santiago:
La primera es desde la villa de Saint-Michel, que está al pie de Port de Cize hasta Gascuña, hasta Viscarret, y esta es pequeña.
La segunda es desde Viscarret hasta Pamplona, y esta es corta.
La tercera es desde la ciudad de Pamplona hasta Estella.
La cuarta es desde Estella hasta la ciudad de Nájera.
La quinta, igualmente para jinetes, es de Nájera hasta la ciudad llamada Burgos.
La sexta es desde Burgos a Frómista.
La séptima de Frómista a Sahagún.
La octava desde Sahagún hasta la ciudad de León.
La novena de León a Rabanal.
La décima de Rabanal a Villafranca, en la boca del valle de Valcarce, pasado el puerto del monte Irago.
La undécima desde Villafranca hasta Triacastela, pasado el puerto del monte Cebrero.
La duodécima de Triacastela a Palas.
En fin, la decimotercera es desde Palas hasta Santiago, y esta es corta.
Santiago de Compostela final de viaje.
De los nombres de los pueblos del Camino de Santiago (Libro V, cap. III)
Desde el Somport hasta Puente la Reina se encuentran en la vía jacobea los siguientes pueblos. En primer lugar está Borce, al pie del monte en la parte de Gascuña; luego pasada la cumbre del monte, el Hospital de Santa Cristina; después está Canfrac; más tarde Jaca; luego Osturit; después Tiermas, en donde se hallan los baños reales que fluyen calientes; luego Monreal; por fin está Puente la Reina.
Nájera, monasterio de Santa María la Real.
En el otro camino de Santiago desde Port Cize hasta su basílica gallega, se encuentran los siguientes pueblos importantes. Primero, al mismo pie del puerto, en la parte de Gascuña está la villa de Saint-Michel; después, pasada la cumbre del mismo monte, se encuentra el Hospital de Roldán; luego la villa de Roncesvalles; después se halla Viscarret; después Larrasoaña; luego Pamplona; más tarde Puente la Reina; después Estella, que es fértil en buen pan, óptimo vino, carne y pescado, y llena de toda suerte de felicidades. Después está Los Arcos; luego Logroño; después Villarroya, la ciudad de Nájera, Santo Domingo, redecilla, Belorado, Villafranca, Montes de Oca, Atapuerca y la ciudad de Burgos; después Tardajos, hornillos, Castrojeriz, Itero, Frómista y Carrión, que es villa rica y muy buena, industriosa en pan, vino, carne y en toda clase de productos. Después está Sahagún, pródiga en toda clase de bienes, y en donde se encuentra el prado en el que clavadas las resplandecientes lanzas de los victoriosos campeones de la gloria del Señor, se dice que florecieron. Luego está Mansilla; después la corte y real ciudad de León, llena de toda especie de felicidades.
La catedral de Burgos, otro de los importantes mojones del Camino.
Luego se encuentra Orbigo, la ciudad de Astorga y Rabanal, que se apellida Cativo que después fue del Camino; después el puerto el monte Irago, Molinaseca, Ponferrada, Cacabelos, Villafranca, a la entrada de la vega del Valcarce, Castro de Sarracín; después Villaus, el puerto del monte Cebrero y en su cumbre el hospital; Linares del Rey y Triacastela, ya en Galicia, al pie del mismo monte, donde los peregrinos cogen una piedra y la llevan consigo hasta Castañeda para hacer cal con destino a la obra de la basílica del Apóstol.
La iglesia de San Martín de Tours en Frómista (Palencia).
Después está la villa de San Miguel, Barbadelo, Puertomarín, Sala de la Reina, Palas de Rey, Libureiro, Santiago de Boente, Castañeda, Vilanova, Ferreiros, y por último Compostela, la excelentísima ciudad del Apóstol, que posee toda suerte de encantos y tiene en su custodia los preciosos restos mortales de Santiago, por lo que se la considera justamente la más feliz y excelsa de todas las ciudades de España.
Me he limitado a enumerar estos pueblos y las citadas jornadas, para que los peregrinos que marchan a Santiago prevengan, con estas noticias, los gastos necesarios para su viaje.
De los buenos y malos ríos que en el camino de Santiago se hallan. Calixto, papa. (Libro V, cap. VI)
Puente medieval en Molinaseca (León).
Estos son los ríos que se encuentran desde Port de Cize y Somport hasta Santiago. Del Somport procede el saludable río llamado Aragón, que riega España. De Port de Cize, en cambio, sale el sano río que por muchos es llamado Runa y baña Pamplona. Por Puente la Reina pasa el Agra y también el Runa. Por el lugar llamado Lorca, en su parte oriental, pasa el río que se llama Salado. Allí guárdate de beber tú y tu caballo, pues el tío es mortífero. En nuestro viaje a Santiago encontramos a dos navarros sentados a su orilla que estaban afilando sus navajas, con las que solían desollar las caballerías de los peregrinos que bebían aquellas aguas y morían. Y a nuestras preguntas contestaron, mintiendo, que era buena para beber. Por lo cual abrevamos en ella nuestros caballos y enseguida murieron dos de ellos, que inmediatamente aquellos desollaron.
Iglesia de San Tirso en Sahagún, lugar por donde serpentea el río Cea que no parece ser malo para el autor.
Por Estela pasa el Ega: Su agua es dulce, sana y muy buena. Por la villa llamada Los Arcos corre un agua muy malsana. Y más allá de Los Arcos junto al primer hospital, es decir, entre Los Arcos y el mismo hospital, pasa una corriente mortífera para las bestias y hombres que beben en sus aguas. Por el pueblo que se llama Torres, en Navarra, corre un río malsano para animales y hombres que en él beben. Luego, por la villa llamada Cuevas, fluye un río igualmente nocivo. Por Logroño pasa un río enorme llamado Ebro, de saludables aguas y abundantes peces. Todos los ríos que se encuentran desde Estella a Logroño son malsanos para beber hombres y bestias, y sus peces lo son para comerlos. Si alguna vez comes en España y en Galicia el pescado que vulgarmente se llama “barbo”, o el que los de Poitou llaman “alosa” y los italianos “clipia”, o anguilas o tencas, seguro que enfermas y mueres inmediatamente. Y si por casualidad hubo quien los comió y no enfermó, es porque fue más sano que los otros o permaneció largo tiempo en aquella tierra. Todos los pescados y carnes de vaca y cerdo de toda España y Galicia producen enfermedades a los extranjeros. Los ríos que, por el contrario, se consideran dulces y buenos para beber se llaman vulgarmente con estos nombres: El Pisuerga, río que baja por Itero del Castillo; el Carrión, que pasa por Carrión; el Cea por Sahagún; el Esla por Mansilla y León; el Torío, que corre por León al pie del Castro de los Judíos; el Bernesga, que pasa por la misma ciudad, por la otra parte, o sea hacia Astorga; el Sil, que baña Ponferrada el Valverde; el Cúa por Cacabelos; el Burbia, que corre por el puente de Villafranca; el Valcarce, que baja por su valle; el Miño, que pasa por Puertomarín; un río que está a dos millas de Santiago, en un sitio de mucho arbolado, que se llama Labacoya, porque en él suele la gente francesa que peregrina a Santiago lavarse, por amor al Apóstol, no solamente sus vergüenzas, sino también, despojándose de sus vestidos, la suciedad de todo el cuerpo. El río Sar, que corre entre el monte del gozo y la ciudad de Santiago, se considera sano. El río Sarela, que pasa por la otra parte de la ciudad, hacia poniente, se dice igualmente que es saludable.
No se habla en el Codex Calixtinus de los caminos costeros pero ahí están y pasan por lugares tan impresionantes como San Vicente de la Barquera en Cantabria.
He descrito estos ríos para que los peregrinos que van a Santiago procuren evitar beber de los malsanos y puedan elegir los buenos para ellos y sus caballerías.
De las cualidades de las gentes que se encuentran en el camino de Santiago. (Libro V, cap. VI)
Aymeric Picaud habla, por ejemplo, de los poitevinos, gente guerrera y fuerte y hábil en la lucha con arco, flechas y lanzas, ágiles en la carrera, muy acicalados de vestimenta y costumbres pero cuidado, astutos en sus palabras. No obstante acostumbran a ser pródigos con sus huéspedes.
En las landas bordelesas son burdos en su idioma y su tierra está desolada y arenosa. No hay pan ni vino, ni carne ni pescado, ni ríos ni fuentes; hay muy pocas aldeas, pero tienen abundancia de miel, mijo y puercos. En verano hay moscas y tábanos. Lo contrario que en Gascuña donde abunda el pan blanco, el vino, los bosques, los ríos y las fuentes sanas. Sus habitantes son parlanchines y libidinosos, bebedores, comilones y descuidados en sus ropas, pero son hospitalarios.
En la villa de San Juan de Sorde hay dos ríos que hay que cruzar en barca. Los barqueros son abusivos en los precios del peaje. Cobran abusivamente por cada peregrino, sea rico o pobre, un dinero y cuatro por las caballerías. Como las barcas son pequeñas se habrá de tener cuidado en no caer a la corriente, porque los barqueros, que se condenarán sin duda, se alegrarán malignamente y despojarán de sus pertenencias, sin miramientos, a los ahogados.
Tampoco se salvan los vascos de las invectivas: Son bárbaros por su lengua y su país no tiene pan ni vino, pero sí, en cambio, abundancia de manzanas, sidra y leche. En Saint Michel Pied de Port hay unos malvados portazgueros que también habrán de condenarse pues asaltan a los peregrinos y les quitan los dineros registrándoles hasta las calzas. El autor añade además los nombres de algunos de estos asaltantes y pide que se les excomulgue.
En lo alto del monte de Port de Cize está la cruz de Carlomagno donde los peregrinos rezan por primera vez a Santiago. También en ese monte los impíos vascos y navarros asaltaban y mataban peregrinos. Navarra es considerada tierra feliz por el pan, el vino, la leche y los ganados. Pero comen, como los vascos, puercamente, con las manos. Y luego continúa con una lista de maldades e infamias de tal calibre que es mejor no considerarla. Debió de pasarlo mal el autor de estas líneas en su paso por Navarra y el País Vasco, hace ya casi mil años. Ahora, en cambio, hubiera disfrutado de paisajes y gentes estupendas, por no aludir a otros aspectos de carácter cultural o estético.
Continúa el autor: Después de la tierra de éstos, una vez pasados los Montes de Oca, hacia Burgos, y luego por Castilla y Campos, tierras llenas de tesoros y metales preciosos, fértiles en pan y vino y fuertes caballos. Pero carece de árboles y está llena de hombres malos y viciosos. O sea que el asunto empieza a tomar caracteres de problema diplomático.
Pero pasada la tierra de León y los puertos de los montes Iragos y Cebrero, se encuentra ya la tierra de los gallegos, tierra en la que, según la descripción, todo es abundancia (bosques, ríos, prados, fuentes, frutas, pan, vino, sidra, ganados, caballerías, leche, miel, oro, plata, tejidos y pieles silvestres, riquezas y sobre todo en tesoros sarracenos), pero se añade una novedad y es que la abundancia se extiende a grandísimos y pequeños pescados de mar. Todo ello lleva a nuestro viajero a considerar que los gallegos se acomodan más perfectamente que el resto de las comunidades españolas, de atrasadas costumbres, a su pueblo galo, pero ojo, no todo iba a ser bueno, los gallegos, dice, son iracundos y muy litigiosos.
La catedral de Santiago de Compostela fue declarada Bien de Interés Cultural en 1896 y la ciudad vieja que rodea la catedral, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.
Algunos milagros de Santiago que se narran en el libro II.
La función de los milagros en cualquier narración piadosa tiene como función general recomendar pautas de conducta, pero sobre todo dejar claro que el poder de la divinidad, manifestado a través o por intercesión de alguno santo, como en este caso Santiago, es cierto y concluyente y dejando claro que el malvado es castigado invariablemente. El carácter pintoresco e increíble de las historias narradas no solía ser obstáculo para ser creídas a pies juntillas por los cándidos destinatarios, los cuales debían quedar casi paralizados ante el poder del apóstol.
El milagro del poitevino y el burro.
Uno de los milagros narra la historia de un poitevino que huyendo de la peste decidió peregrinar a Santiago con su mujer y sus dos hijos montados en su yegua, buscando no solo la salvación de su alma sino también la de su cuerpo. Al llegar a Pamplona su mujer falleció en la hospedería y el hostelero se quedó abusivamente con todos sus bienes incluida la yegua. Despojado y sin recursos el poitevino siguió su camino con sus dos hijos pequeños. Contó todas sus penas a otro peregrino, el cual le prestó su asno para que pudiera llevar a sus hijos hasta Compostela con la condición de que le devolviera el asno a su llegada. Esa misma noche, estando el peregrino rezando en el santuario el apóstol, se le apareció el dueño del asno que no era otro que Santiago. Ante el asombro del poitevino el apóstol le prestó de nuevo el asno hasta que llegara a su casa, no sin antes anunciarle que el hostelero ladrón moriría accidentalmente al caerse de su asiento en castigo por despojar a un peregrino suyo, cosa que luego comprobó con admiración a su paso de nuevo por Pamplona. Llegado ya a su casa y nada más bajar a sus hijos del asno, éste se desvaneció ante sus ojos mientras sus vecinos interpretaban que el asno era más bien un ángel que el Señor muchas veces envía en ayuda de los que le necesitan.
El milagro del peregrino salvado de morir ahogado por el propio Santiago.
Otro de los milagros es el de un peregrino que estaba sentado en la borda de una nave que navegaba camino del puerto de la Coruña, cayó al agua accidentalmente y viéndose en las últimas pidió socorro al apóstol y este apareció y le sujetó por la cabeza y de esa guisa le llevó hasta la costa gallega.
Aun se conserva en Santo Domingo de la Calzada el recuerdo de las aves cantoras del milagro.
El milagro de Santo Domingo de la Calzada es uno de los más famosos. Un joven alemán acompañado de sus padres pernocta en la villa riojana. Una muchacha de la localidad que trabaja en el mesón se enamora de él pero el joven le da calabazas por lo que ella, en venganza esconde en su zurrón una copa de plata y le acusa de robo ante la justicia. Comprobado el de lito por los alguaciles es condenado a la horca. Sus padres no pueden hacer otra cosa que rezar ante su hijo recién colgado, pero el hijo, en teoría muerto, les dice que sigue vivo por la intersección del apóstol. Los padres corren a avisar al corregidor, que en ese momento está empezando a comer unas aves en pepitoria, de que su hijo sigue vivo, y éste les contesta que su hijo está tan vivo como el gallo y la gallina que está a punto de comerse. Inmediatamente, ante el asombro general, se ponen las aves a cacarear estrepitosamente. Por supuesto el inocente mozalbete es bajado del patíbulo y la muchacha traicionera castigada con todo rigor.
El milagros de las lanzas florecidas.
No puede faltar aquí la milagrosa peripecia en la que Carlomagno y Milón van buscando a Aigolando, un rey moro que andaba batallando en España. El musulmán fue encontrado en las inmediaciones de Sahagún y fue retado por el gran Carlomagno. Los cristianos prepararon sus lanzas para la batalla frente al campamento y las clavaron en tierra y al día siguiente, cuando fueron a recogerlas, aquellas que pertenecían a los que iban a morir en la batalla habían florecido. Las lanzas fueron cortadas entonces a ras de suelo y de sus raíces brotó poco a poco un gran bosque que aún puede contemplarse en el lugar, según reza el milagro, naturalmente.
El apóstol Santiago
La miniatura del Apóstol Santiago en el Codex Calixtinus.
Los antecedentes culturales del Camino se remontan a la llegada del monje Beato a Liébana con Eterio, procedentes ambos del sur de España y huyendo del mundo musulmán. En Liébana se dedica a la tarea de redactar los famosos textos de lo que conocemos como “Comentario al Apocalipsis” o Beatos y que servirán como instrumento para canalizar el espíritu de contestación del pueblo cristiano –oprimido en esos momentos por la invasión musulmana– hacia lo que luego sería la Reconquista, de la misma forma y con la misma intención con que el autor del Apocalipsis utilizó su obra en los primeros tiempos del cristianismo, cuando éste era objeto de persecución por parte de Roma. En efecto, en esos primeros años de la era cristiana, el Apocalipsis de Juan constituye, sobre todo, un instrumento de esperanza en la victoria definitiva sobre la “Bestia-Roma”, con la consiguiente venganza por la sangre derramada de los mártires cristianos, lo cual se pide vehementemente, incluso contradiciendo el propio espíritu evangélico, desde una de sus páginas.
Con estas premisas podría explicarse el enorme éxito y difusión que alcanzó el Comentario de Beato en la geografía cristiana acosada a su vez por el Islam. Pero Beato no se limitó a esto, sino que en su lucha ideológica y teológica contra el paganismo y la desviación de la iglesia –sometida complacientemente a los dictados de los musulmanes–, inventó e impulsó el culto a Santiago, fundamentalmente en su himno “O Dei Verbum”, en donde podemos leer: «¡Oh Apóstol Santísimo y digno de alabanza, / cabeza refulgente y dorada de España, / defensor nuestro y Patrono Nacional, / sé nuestra salvación celestial contra la peste / y aparta de nosotros toda enfermedad, llaga y maldad!». En poco tiempo, sobre todo a raíz del hallazgo imprescindible y no casual de su tumba, Santiago se convertiría, además, en Matamoros para discurrir, ancha es Castilla, por el camino de peregrinación de la Ruta Jacobea, ya protegida de las incursiones agarenas por un relativamente amplio territorio.
Aymeric Picaud
Aymeric Picaud, a quien tradicionalmente fue atribuido el quinto libro del Codex Calixtinus, fue un monje benedictino de la región de Poitou que vivió en el priorato de Parthenay le Vieux, donde los monjes de la abadía de La Chaise-Dieu deciden establecerse. Aymeric vivió en el siglo XII y supuestamente escribió sus textos entre 1135 y 1140. Recorrió el Camino de Santiago aparentemente a caballo y es considerado por muchos autores como un monje vagabundo, poco aficionado a las reglas y normas conventuales y muy inclinado, en cambio, a la vida libre y poco sujeta a ordenanzas y estatutos, en la que solía aprovechar la hospitalidad de otros cenobios y de quien se cruzara en su camino, lo que debió de ocasionar colisiones más o menos graves con el paisanaje ajeno a estos comportamientos o costumbres.
La autoría del libro V del Codex ha sido puesta en duda por algunos autores, en gran medida debido a las indefiniciones o referencias indirectas del propio texto con respecto a su autor, lo cual no termina de dejar clara y resuelta contundentemente dicha autoría. Pasa en las mejores familias.