ROMÁNICO
VIAJES
Dobles hachas de oro en el Museo Arqueológico de Heraclion en la isla de Creta.
El hacha doble está presente en una gran cantidad de obras artísticas de toda Europa, sobre todo del área mediterránea con especial incidencia en las islas del Egeo y Creta. Precisamente el palacio de cretense de Cnosos, intrincado y lleno de habitaciones y pasillos, fue considerado por los aqueos como un auténtico laberinto (labrys) y en su interior fueron encontradas multitud de dobles hachas inscritas o dibujadas en los muros. En ocasiones suele representarse el hacha entre las astas del toro, bien como referencia sacrificial o bien como símbolo de la iluminación celeste y, por lo tanto, trasposición de la divinidad.
Cerámica cretense con la cabeza de un toro y una doble hacha entre las astas conservada en el Museo Arqueológico de Heraclion en la isla de Creta.
Con el laberinto cretense, donde se encuentra el minotauro, sucede algo parecido, siendo su maraña de pasillos y estancias el camino que hay que recorrer hasta su centro, siempre, por supuesto, gracias a la iluminación de la divinidad o a su revelación. La inclusión y efusión de la doble hacha como motivo decorativo en las paredes del palacio –además de presidir la señalización de los edificios sagrados de la misma forma que la cruz de los cristianos o la media luna de los musulmanes– implica una utilización ritual del objeto, algo que queda muy patente en el sarcófago de piedra de Hagia Triada con representación en sus cuatro lados de ceremonias funerarias en las que preside la doble hacha –alusión a los dioses que envían la muerte– sobre la que se posa un ave en evidente alusión al alma humana –algo habitual en las culturas mediterráneas desde Egipto–.
Sarcófago de Hagia Triada conservado en el Museo Arqueológico de Heraclion en Creta.
La figura del hacha doble reducida a grafismo axial nos lleva a establecer una relación directa y patente con el “crismón” cristológico formado por una X, inicial de la letra griega de Cristo. Sin descartar las coincidencias gráficas referidas, hay que considerar, como dice Manuel Guerra en “Simbología románica”, la clave etimológica de “labrys” (hacha) y “labarum”, denominación que se daba a las enseñas o estandartes militares romanos, especialmente cuando Constantino reemplazó los símbolos paganos (toros, jabalíes y serpientes) por el crismón cristológico.
El hecho de que sea en Creta donde el labrys/hacha doble adquiera identidad simbólica no quiere decir que este sea su origen iconográfico. De hecho este tipo de hachas empiezan a aparecer asociadas a divinidades tanto solares como telúricas, como en Mesopotamia, donde una divinidad sostiene un hacha en una mano y un rayo con tres ramificaciones en la otra.
Es evidente, pues, la presencia gráfica del labrys tanto en Oriente como en Occidente, incluido el cristianismo, lo que no es extraño teniendo en cuenta la costumbre de aceptar símbolos foráneos para evitar rechazos o desafecciones, o incluso favorecer la llegada de nuevos adeptos, como los de tendencias dualistas de claros aromas heréticos, lo cual, dicho sea de paso, viene abonado y justificado por el hecho de que muchos autores cristianos anteriores a Constantino ya relacionan a Cristo con la doble hacha, a la que tienen como una de sus representaciones, asimilando así potentes tradiciones culturales previas en lo referente a los atributos de la divinidad.
Cerámica cretense con la representación de la doble hacha conservada en el Museo Arqueológico de Heraclion en Creta.
Para Platón la X que conforma esquemáticamente la doble hacha es una revelación del alma del cosmos, principio de su devenir organizado y, por lo tanto, causa y origen de la vida. Es una irradiación de la potencia creadora que se extiende por sus brazos en dirección a los cuatro puntos cardinales, tanto de la tierra como del universo, que es en la práctica lo que viene a asumir y representar el lábaro constantiniano, producto, según la tradición escrita –sobre todo de Lactancio– del famoso sueño de Constantino en el que la famosa cruz luminosa derrotaba a los enemigos, por lo que la hizo inscribir en el escudo de sus soldados antes de la batalla contra Majencio, y a cuya sola visión dichos enemigos caían vencidos. El signo gráfico fue enseguida complementado con el asta vertical ligeramente curvada en la parte superior, tal vez con la intención de asimilarlo a la letra griega P (rho) que forma el nombre de “XPisto”, o la de “Pater” para hacer posible y visible la significación trinitaria del crismón.
Halcón en vuelo en un cimacio del lateral izquierdo de la portada oeste de la colegiata de Santa María de Piasca (Cantabria).
En Egipto simboliza a Horus, dios de los espacios aéreos, donde se le representa con figura de halcón y a veces con el cuerpo humano y la cabeza del ave, significando la fecundidad universal.
Al mismo tiempo fue atributo de Ra representando al sol naciente, lo mismo que algunas antiguas culturas americanas. Más de un faraón se autoproclamó como rey Halcón.
Fue ampliamente usado para la caza en cetrería desde principios del medievo y a veces se le ve atacando animales, particularmente liebres, símbolo éstas de la concupiscencia y, por lo tanto, luchando contra el vicio mencionado como representante alado del bien.
Miniatura con un halcón en el manuscrito Ashmole 1511 de la Biblioteca Bodleian, más conocido como Bestiario de Oxford.
En efecto, fue considerada como excelente ave de caza, se domestica con facilidad y muestra su afecto a quien le dedica atención. Plinio recuerda que es tenido como amigo por las palomas, a las que defiende contra otras rapaces como el gavilán, particular enemigo de ellas, pero que huye al notar la presencia del halcón.
Por ello fue considerada como ave protectora en la cultura egipcia, donde ya el faraón Kefrén (2.700 a C.) fue representado con un halcón cubriéndole la nuca, icono que luego pasó a la cultura asiria, también como protector de reyes.
Al mismo tiempo fue emblema de la vigilancia divina, pues se decía que nunca cerraba los ojos para dormir.
Halcón sobre el hombro de un personaje real en una de las arquivoltas de la portada oeste de la iglesia de San Lorenzo en Vallejo de Mena (Burgos).
A pesar de todos estos importantes antecedentes, los bestiarios medievales apenas se ocupan de él, perdiendo en el cristianismo gran parte de sus antiguas connotaciones simbólicas en favor del águila, ave con mucha más presencia y, tal vez por ello, y por ser muchas veces confundida físicamente con otras rapaces, como el gavilán o el azor, terminó siendo, en parte, vehículo simbolizador de la glotonería.
Del halcón dice Ibn Al-Durayhim que …se caracteriza por vivir en los árboles, vigilando y ciudando de sí mismo. Pertenece a las aves de presa y es muy sociable, quiere a quien lo lleva y es inteligente para lo que se quiera de él. Su composición es más caliente y húmeda que la del resto de las aves de presa, en las que predomina lo seco, lo que les obliga a resistir mal el calor y a buscar corrientes de agua donde refrescarse. Por lo tanto, el hacón resiste mejor la sed y necesita menos agua, siendo su temperamento más equilibrado. Es una de las aves más inteligentes y las demás rapaces le consideran rey y le buscan para sacar provecho de su caza, y esta es la razón por la que duerme de espaldas: para vigilar que nadie se la robe, particularmente el águila…
Halcón posado sobre un personaje en una de las arquivoltas de la portada de la iglesia de Santa María de Sangüesa (Navarra).
…Vuela muy rápido y le es muy fácil subir, bajar y girar en el aire, por lo que sus presas caen fácilmente en sus garras. Tiene más grasas que otras aves, por lo que no conviene dejarle atado en su percha, ya que además esto puede causarle agitación y angustia…
…El más noble de ellos es el blanco y el de lomo negro el más colérico…
Estatua en mármol de Heracles con la piel del león de Nemea conservada en el Museo del Ágora de Atenas.
Anfitrión, asistente de Zeus, estaba casado con Alcmena, y debido a su cercanía con la indiscutible belleza de esta mujer decidió seducirla. A consecuencia de esto nacieron dos gemelos; Ificles y Heracles. Este último se erigió inmediatamente en el preferido del dios, y para que no le faltara de nada convenció a Hera, su propia mujer, para que lo amantara con el fin de transmutarlo en dios inmortal a través de la leche materna. Pero Hera se enteró de la infidelidad de su marido y se enfadó hasta el extremo de convertir al todavía tierno infante en enemigo eterno. Intentó matarle colocándole dos serpientes en la cuna paro Heracles las estranguló con sus pequeñas manos y se jactó ante su padre de la hazaña, con lo cual Zeus tomó conciencia de la fuerza descomunal del infante. Hera no lo volvió a intentar… Todo esto según algunas versiones, porque en asuntos mitológicos hay tantas opiniones como fuentes.
Relieve en un sarcófago con la representación de Heracles luchando contra el jabalí de Erimanto conservado en la Galería Ufficci de Florencia.
Heracles tuvo muchos maestros: Eurite y Radamanto le enseñaron el uso del arco; el centauro Quirón le enseñó medicina y astronomía, y Lino le enseñó música, pero con tanta severidad que Heracles le arrojó el instrumento a la cabeza y le mató. Entretanto iba creciendo y aumentando su fuerza física y poco a poco fue haciéndose famoso, de tal manera que, en un momento dado, el héroe tuvo que decidir qué camino tomar en su vida. La leyenda dice que se le presentaron dos mujeres, la una representaba a la Virtud –es decir, un modo de vida sobrio, duro y trabajoso– y la otra a la concupiscencia y la vida disipada. Como todos saben eligió la Virtud, lo que finalmente, y en parte inducido por la presión de los dioses, se puso a las órdenes de Euristeo, rey de Micenas e hijo de Estenelo y Micipo. Euristeo, incitado por el odio de Hera, le encargó al héroe los trabajos más duros, complicados y peligrosos, evidentemente con el fin de que pereciese en alguno de ellos. Fueron los famosos “trabajos de Hércules”, los seis primeros en el Peloponeso y el resto, doce en total, en los territorios adyacentes: Matar al león de Nemea; eliminar a la hidra de Lerna; capturar la cierva de Cerinia; destruir al jabalí de Erimanto; limpiar los inmensos establos de Angias en un solo día; matar las aves del lago Estínfalo; capturar al toro de Creta; domesticar las yeguas de Diomedes; robar el cinturón de la amazona Hipólita (por el camino liberó a Hesione, hija de Laomedonte, rey de Troya, que había sido ofrecida en sacrificio a un monstruo marino al servicio de Poseidón); el siguiente trabajo consistió en robar los bueyes de Geriones en la isla Eritia; robar las manzanas del jardín de las Hespérides y por último, anular y capturar al can Cerbero que guardaba las puestas del Hades.
Relieve en un sarcófago con la representación de Heracles luchando con la cierva de Cerinia y las aves del lago Estínfalo conservado en la Galería Ufficci de Florencia.
La figura de Heracles, héroe mítico nacional griego, simboliza la fuerza y el valor que representan estos doce trabajos entre los que destacamos, por paradigmáticos, la lucha con el león de Nemea y el controvertido, por las distintas versiones, de la hidra de Lerna. Tan paradigmáticos que los encontraremos en la iconografía de otras culturas (Gilgamesh) y que luego encontraremos en las representaciones sobre todo de Sansón desquijarando al león, o al rey David, en ambos casos como representación del mal derrotado por la fuerza del bien. Lo mismo sucede con la representación de la hidra tan abundante en capiteles de muchas iglesias.
Cerámica griega conservada en el Museo Arqueológico de Florencia con la representación de Heracles dominando a las yeguas de Diomedes.
Heracles se erige en el modelo de la lucha contra el mal identificado en las deidades de carácter telúrico y demás fuerzas ocultas de la tierra y, por extensión, contra toda organización social de carácter matriarcal. Normalmente estas fuerzas telúricas se representan en la serpiente, la hidra y algunos animales nocturnos y otros relacionados con las pasiones desenfrenadas (centauros), o la brutalidad de la fuerza negativa e indiscriminada (jabalí). Heracles deposita en el Sansón y el David bíblicos la lucha espiritual de carácter cristológico visualizada en la iconografía románica.
Hidra en una de las miniaturas del Beato de San Andrés de Arroyo (Palencia) conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.
El segundo trabajo que Euristeo mandó a Hércules fue precisamente la destrucción de la hidra que habitaba bajo un árbol en las inmediaciones del pantano Lerna.
La hidra era hija de Tifón y Equidna. Entre ambos habían engendrado una nada despreciable cantidad de monstruos, entre los que se encuentran la quimera, el can Cerbero y el dragón de Cólquida, guardián del Toisón de Oro.
Fue criada por la diosa Hera con el único propósito de perjudicar a Hércules. Su nombre significa «serpiente de agua» y viene de su querencia a vivir cerca del líquido elemento. La cuestión es que la hidra, de cuya guarida brotaba el río Amimone, alimentado por siete fuentes, tenía aterrorizada a la región con sus funestas incursiones. Su aliento, o el simple olor que desprendían sus huellas, eran suficientes por sí mismos para acabar con la vida de cualquier persona. Muchos viajeros incautos yacían en las oscuras profundidades del pantano.
Hidra en uno de los capiteles interiores del Monasterio de San Juan de Duero, en la ciudad de Soria.
El monstruo tenía cuerpo de lobo y varias cabezas, una de ellas inmortal. Algunos aseguraban que eran siete o diez sus cabezas y otros hasta cien. Pero el problema consistía en que si alguien cortaba una de estas cabezas, brotaban rápidamente otras tres por la herida, por lo que era muy difícil, por no decir imposible, acabar con ella.
Atenea, protectora de Hércules, condujo al héroe en su carro -conducido por el auriga Yolao, hasta el lugar en el que se escondía la hidra. Una vez allí la obligó a salir de su guarida arrojándole flechas incendiarias. Mientras la sujetaba contuvo la respiración para no ser afectado por su mortal aliento. La hidra se defendió enroscándose en los pies del héroe para hacerle tropezar, en tanto que éste comenzó a descargar una lluvia de golpes sobre el animal. Ante la inutilidad del ataque desenvainó su espada y cortó una de sus cabezas pero el efecto, como ya dijimos, fue contraproducente. Entonces mandó a Yolao encender un árbol del bosque para cauterizar con sus ramas las heridas y así impedir que brotaran nuevas cabezas de los cortes. Luego Hércules fue directo a la cabeza inmortal -que se distinguía de las otras por ser en parte de oro- y la segó de un tajo que Yolao quemó con presteza. La sangre dejó de brotar y, al mismo tiempo, sus cabezas. A continuación, solucionado ya el problema principal, dio buena cuenta de un molesto congrejo que, en ayuda de la hidra, no había cesado de morderle desde el comienzo del ataque. Enterró después los cadáveres bajo una enorme roca, no sin antes haber empapado las puntas de sus flechas en la sangre del monstruo, lo cual las convertía, gracias al potente veneno de su sangre, en infalibles. En premio por la ayuda prestada, se dice que Hera colocó al cangrejo en el firmamento, entre los signos del Zodíaco.
Hidras afrontadas en un capitel interior de la iglesia parroquial de la villa cántabra de Bareyo.
El otro lugar en el que se da cuenta de la existencia de la hidra es el Apocalipsis de san Juan (13, 1 y ss.), donde se narra la transmisión de poderes del Dragón a la Bestia, que no es otra cosa que una hidra. El autor se encontraba sobre las arenas del mar cuando «…Vi surgir del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas y en sus cabezas títulos blasfemos…». Como ya comentamos en el capítulo del dragón, el mar de donde surge la hidra es el Mediterráneo y la bestia representa a todas las fuerzas que luchan contra Cristo y su Iglesia, reclamando para sí poderes divinos, es decir, Roma. El final del epígrafe insta al lector a sacar conclusiones: «…¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia pues es la cifra de un nombre. Su cifra es 666…» No es difícil el cálculo pues tanto en hebreo como en griego cada letra corresponde al número de su posición en el alfabeto. Puesto que la cifra de un nombre es la suma del total de sus letras, en hebreo el 666 corresponde a César-Nerón.
Hidras afrontadas en uno de los capiteles interiores de la iglesia de San Lorenzo en la localidad burgalesa de Vallejo de Mena.
En el románico recala la hidra de manera sobria en cuanto a cantidad de representaciones escultóricas, aunque no así en la miniatura, pues todos las copias del «Comentario al Apocalipsis» del monje Beato la plasman sin excepción. Simboliza en nuestras iglesias a los múltiples vicios provocados por la vanidad la cual, mientras no sea dominada, seguirá produciendo nuevas recaidas en el pecador. Como su sangre parece ser muy venenosa se deduce que todo lo que tiene contacto con el vicio es corrompido sin remedio.
Los bestiarios recogen la existencia de la hidra a la que llaman hydra, dragón de muchas cabezas, como el que existió en Lerna o en las marismas de Arcadia. En latín se le llama «excetra» porque cuando se le cortaba una cabeza volvían a crecer otras tres (excrecebant), pero esto no es más que una leyenda… Todos los textos consultados, sin excepción, dicen lo mismo, y añaden que en realidad Hydra fue un lugar de donde procedía un canal de agua que, obstruido accidentalmente, se desbordó dando origen a otros siete canales que inundaron la ciudad. Hércules al ver esto desecó los canales por medio del fuego. El nombre de «Hydra» en realidad viene de «agua».
Hidra en uno de los capiteles del pórtico de la iglesia parroquial de San Pedro en la localidad soriana de Caracena.
Aclarado este punto, algunos bestiarios dan cuenta de la existencia de otras hidras distintas, como la del Nilo, enemiga del cocodrilo, (según san Isidoro en sus «Etimologías» XII, 2-36), al que mata introduciéndose por su boca cuando duerme y devorándole las entrañas. El Fisiólogo la describe con cabeza de perro y cuerpo de serpiente con alas y garras de ave rapaz, pero, evidentemente, no se trata de la que aquí nos interesa.
Hidra según el Manuscrito Ashmole 1511 de la Biblioteca Bodleian más conocido como Bestiario de Oxford.