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Templo

 

El Partenon o Templo de Atenea Partenos en la Acropolis de Atenas Pericles encargo su construccion a los arquitectos Ictino y Calicrates y al escultor Fidias

El Partenón o Templo de Atenea Partenos en la Acrópolis de Atenas. Pericles encargó su construcción a los arquitectos Ictino y Calícrates y al escultor Fidias.

 

Desde las cuevas de Altamira o Tito Bustillo, en la cornisa cantábrica, y pasando por el arte rupestre levantino, las relativamente humildes iglesias románicas y las ampulosas catedrales góticas, hasta las últimas construcciones ultramodernas contemporáneas, después de milenios de evolución tanto arquitectónica como espiritual o religiosa en todas las culturas de los cinco continentes, siempre ha habido un espacio sagrado que, a partir de la actividad adivinatoria de los augures romanos, fue denominado “templum” como definición del ámbito destinado para la observación e interpretación de augurios.

 

Templo de Isis en la isla de Agilkia junto a Assuan Egipto El complejo arquitectonico original se levantaba en la isla de Filae pero la construccion de la presa en Assuan y la consiguiente inundacion obligo a trasladarlo a esta pequeña isla cercana con el patrocinio de la Unesco

Templo de Isis en la isla de Agilkia, junto a Assuan (Egipto). El complejo arquitectónico original se levantaba en la isla de Filae, pero la construcción de la presa en Assuan y la consiguiente inundación obligó a trasladarlo a esta pequeña isla cercana con el patrocinio de la Unesco.

 

El templo es la casa de un dios en la tierra. Un lugar donde los fieles de una determinada religión acuden para ponerse en contacto con una divinidad para pedir favores a cambio de ofrendas y rituales. Desde este punto de vista podemos considerar al templo desde lo arquitectónico –en cuyo caso habremos de aplicar denominaciones de origen como “stupa”, “mezquita”, “pagoda”, “teocali”, “zigurat”, iglesia, etc., según las distintas religiones–, o desde el ritual, es decir, como el lugar donde se rinde culto.

 

Templo de Vatsala Durga en la plaza Durbar de Bhaktapur Nepal donde se levantan varios templos de arquitectura deslumbrante algunos de ellos seriamente dañados o destruidos en el terremoto del año 2015

Templo de Vatsala Durga en la plaza Durbar de Bhaktapur (Nepal), donde se levantan varios templos de arquitectura deslumbrante, algunos de ellos seriamente dañados o destruidos en el terremoto del año 2015.

 

Los orígenes del lugar donde el creyente se acerca física y espiritualmente a su dios son tan antiguas como la invención de los dioses por parte los humanos. Se les dota a estas divinidades de un espacio especial como residencia, ya sea en el interior de cuevas o abrigos, al amparo de la oscuridad en el caso de las religiosidades telúricas, o a plena luz en el caso de las religiones de carácter solar. Los orígenes son tan difusos o indefinidos como el inicio de las creencias en fuerzas que excedían la capacidad humana, y por lo tanto incontrolables, a las que se apela e invoca en busca de protección y que poco a poco se van trasformando en deidades.

 

El templo de Yonghegong Palacio de la paz y la armonia s XVII XVIII es uno de los monumentos budistas mas importantes de Pekin China A partir de la dinastia Yuan se convierte en el punto de referencia del budismo tibetano en China

El templo de Yonghegong (Palacio de la paz y la armonía), s. XVII-XVIII, es uno de los monumentos budistas más importantes de Pekín (China). A partir de la dinastía Yuan se convierte en el punto de referencia del budismo tibetano en China.

 

La casa de la divinidad en la tierra es construida a imagen y semejanza de la morada celeste y casi siempre con las instrucciones y medidas precisas dadas por los dioses para ser ejecutadas minuciosamente, como se puede comprobar en el Éxodo (25, 8 y ss.): «Me harás un santuario para que yo habite en medio del pueblo (hebreo). Lo haréis conforme al modelo de la Morada y al modelo de todo su mobiliario que yo voy a mostrarte…», y a partir de ahí comienza la relación de objetos sagrados y rituales (el Arca de la Alianza, el propiciatorio, la mesa de las ofrendas, el candelabro, los cortinajes y el velo, la estructura o armazón, el altar de los holocaustos, el altar del incienso, el atrio, la iluminación, la pila de bronce, las vestiduras sagradas, las ofrendas), descritos con precisión para evitar malentendidos y, muy especialmente, las medidas exactas (ver “Números” y “Arquitectura”), porque Yahveh no se conforma con menos, porque es un “Dios celoso”, como se define a sí mismo.

 

Khajuraho se encuentra en el estado de Madhya Pradesh India y conserva el mayor conjunto de templos hinduistas del pais famosos por la  profusion de esculturas de caracter erotico que adornan todos sus paramentos Los templos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1986

Khajuraho se encuentra en el estado de Madhya Pradesh (India) y conserva el mayor conjunto de templos hinduistas del país, famosos por la  profusión de esculturas de carácter erótico que adornan todos sus paramentos. Los templos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1986.

 

En cuanto a los aspectos simbólicos, el templo, como espacio habitacional de la divinidad, siempre se atiene a principios y esquemas utilizados en todas las religiones, como por ejemplo la orientación del eje de la planta con respecto a la iluminación (este-oeste / luz-oscuridad) o los aspectos relacionados con lo cósmico –ya sea en edificios de culturas orientales como occidentales–, como por ejemplo las cúpulas o cubiertas, todos ellos aspectos observables desde los propios templos egipcios hasta los últimos cristianos.

 

La catedral de Notre Dame sede de la archidiocesis de Paris rodeada por el Sena seriamente dañada por un reciente incendio de cuyas cenizas renacera sin duda en todo su esplendor

La catedral de Notre Dame, sede de la archidiócesis de París, rodeada por el Sena, seriamente dañada por un reciente incendio de cuyas cenizas renacerá sin duda en todo su esplendor.

 

 

 

 

Teriomorfismo

 

Cordero en la clave del arco de entrada de la iglesia de San Claudio de Olivares en la ciudad de Zamora

Cordero en la clave del arco de entrada de la iglesia de San Claudio de Olivares en la ciudad de Zamora.

 

El teriomorfismo es la representación de la divinidad (del griego “zerion”=animal y “morfe”=forma) con forma de animal con el fin de establecer analogías biopsíquicas capaces de mostrar al creyente las cualidades más importantes de sus divinidades comparándolas con las de los animales, como vemos en los bestiarios. Algo muy común en muchas culturas entre las que podríamos destacar la egipcia.

 

Pintura mural del Panteon de los Reyes de la colegiata de San Isidoro de Leon con la representación hibrida del evangelista san Lucas con cabeza de toro y cuerpo humano alado

Pintura mural del Panteón de los Reyes de la colegiata de San Isidoro de León, con la representación híbrida del evangelista san Lucas con cabeza de toro y cuerpo humano alado.

 

No se trata de visualizar a la propia divinidad tal cual es, lo cual resultaría imposible, sino de cristalizar de una manera simbólica la concepción que el individuo tiene de la divinidad depositando simbólicamente sobre determinado animal los valores psicológicos o espirituales que se pretenden describir de esa determinada divinidad. Por ejemplo, se utiliza al cordero –como símbolo de la inocencia, la pureza o el amor filial– para representar a Jesucristo, víctima inocente de un sacrificio al que es entregado por el Padre para limpiar con su sangre los pecados del mundo («éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo»), frase que todavía se oye en las iglesias.

 

Relieve con la representacion del dios Dyehuti Tot para los griegos con cabeza de ibis a veces de babuino en una de las capillas del templo egipcio de Abydos

Relieve con la representación del dios Dyehuti (Tot para los griegos), con cabeza de ibis (a veces de babuino) en una de las capillas del templo egipcio de Abydos.

 

Con el paso del tiempo las figuras de los animales se combinan con representaciones antropomórficas en las que una determinada figura se concreta con cuerpo humano y cabeza de animal, como es el caso de los evangelistas en el cristianismo y muchos de los dioses egipcios en general. Lo que no significa que los unos reciban influencias de los otros, sino que más bien todos se hacían eco de una cultura general, que emana desde el Phisiologus hasta los bestiarios, que reportaba muchos beneficios pedagógicos de cara a los fieles.

 

Friso de la portada de la iglesia de San Juan Bautista en la localidad palentina de Moarves de Ojeda con la representacion del Pantocrator y el Tetramorfos

Friso de la portada de la iglesia de San Juan Bautista en la localidad palentina de Moarves de Ojeda, con la representación del Pantocrator y el Tetramorfos.

 

A pesar de la utilización del teriomorfismo por el cristianismo, lo cierto es que la tendencia general se decanta casi siempre por el antropomorfismo, más propio de religiones celestes, más cercanas a representar a sus dioses desde un plano más analógico y realista. Pero, puesto que el mundo mediterráneo estuvo muy comprometido con la cultura de los bestiarios, donde se describen las características zoológicas de los animales para después añadirles un contenido moralizante en función de sus particularidades específicas de comportamiento vital, se comprende la utilización de esta tendencia. Se dotaba, por lo tanto, a los animales de valencias simbólicas para adoctrinar con más eficacia a una población que no manejaba ni la lectura ni la escritura como herramienta de conocimiento, pero en cambio, de manera intuitiva y rápida, era capaz de comprender con una imagen con contenido simbólico prefijado, conceptos claros acerca del bien y del mal, que era exactamente lo que se pretendía.

 

 

 

 

Tetramorfos

 

Beato de Fernando y Sancha conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid con la representacion del tetramorfos rodeando al Cordero en la Jerusalen Celeste

Beato de Fernando y Sancha conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, con la representación del tetramorfos rodeando al Cordero en la Jerusalén Celeste.

 

La representación del Tetramorfos en bastante habitual en el románico y continúa con la tradición del teriomorfismo en las representaciones teofánicas; y como en la Jerusalén Celeste descrita en el Apocalipsis, rodea al Cristo en Majestad, en este caso simbolizando la presencia de los cuatro evangelistas en los cuatro “Vivientes”: El águila corresponde a san Juan, el toro a san Lucas, el león a san Marcos y el hombre a san Mateo.

 

Timpano de la portada de la abadia de San Pedro de Moissac Francia

Tímpano de la portada de la abadía de San Pedro de Moissac (Francia).

 

San Jerónimo añade de su cosecha que el hombre representa la encarnación de Cristo, el toro la pasión y muerte, tal vez como reminiscencia inconfesable del mitraismo, el león la resurrección y el águila la ascensión, y hay quién también asocia el tetramorfos a los cuatro puntos cardinales amparándose en la descripción del profeta Ezequiel (1, 4-12):

Visión del carro de Yahveh: «Yo miré y vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego. Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenía cada uno cuatro caras y cuatro alas cada uno. Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del buey, y refulgían como el fulgor del bronce bruñido. Bajo sus alas había unas manos humanas vueltas hacia las cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus alas, las e los cuatro. Sus alas estaban unidas una con otra; al andar no se volvían; cada uno marchaba de frente. En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían una cara de león a la derecha, los cuatro tenían una cara de toro a la izquierda y los cuatro tenían cara de águila. Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto, cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que le cubrían el cuerpo; y cada uno marchaba de frente; donde el espíritu les hacía ir allí iban y no se volvían en su marcha».

 

Pantocrator y tetramorfos en un relieve del deambulatorio de la abadia de San Sernin de Toulouse Francia

Pantocrator y tetramorfos en un relieve del deambulatorio de la abadía de San Sernín de Toulouse (Francia).

 

Estos seres están descritos de tal manera que se acercan mucho a la visión de los “karibati” asirios y, desde luego, a los “querubines” que custodiaban el arca de la alianza y que fueron prescritos por Yahveh, tal vez haciéndose eco de la tradición cultural universal de colocar estos seres fantásticos como guardianes de los espacios sagrados.

En el Apocalipsis (4, 6-8) se retoma la visión de estos cuatro “Vivientes”, llenos de ojos por delante y por detrás.

 

 

 

 

 

Toro

 

Cabeza de toro en la figura de evangelista san Lucas en una de las pinturas murales del Panteon de los Reyes en Colegiata de San Isidoro de Leon

Cabeza de toro en la figura de evangelista san Lucas en una de las pinturas murales del Panteón de los Reyes en Colegiata de San Isidoro de León.

 

Padre fecundo, jefe temible y poderoso, asociado al concepto de fertilidad desde siempre y, por supuesto, uno de los representantes tradicionales de la divinidad en la mayor parte de las culturas. Es uno de los animales del Tetramorfos, uno de los cuatro vivientes del Apocalipsis.

Aunque su origen es mucho más antiguo como animal emblemático, pues se remonta al Paleolítico Superior, más concretamente al Perigordiense-Gravetiense (25000-20000 a.C.), período en el que se han hallado algunos bajorrelieves con figuras antropomorfas femeninas desnudas, sosteniendo en sus manos astas de bóvidos. El más conocido de ellos tal vez sea el de la Venus de Laussel, encontrado en un yacimiento en Dordoña, al sur de Francia. En este caso representa a la gran Diosa Madre de la Fertilidad y el asta –junto con el toro– ya va asociado por primera vez a la idea de abundancia, creación y fertilidad.

Sucederá lo mismo en el Neolítico, donde encontraremos gran cantidad de cabezas de toros rematadas por grandes astas en forma de crecientes lunares y, a veces, significativamente colocadas sobre figuras femeninas en la misma posición que ocuparía el útero. La coincidencia gráfica entre un bucráneo y el útero femenino, en el que las trompas de Falopio ocupan el lugar de los cuernos, es posible que fuera fruto de la casualidad, aunque, como sucedía con el pez, la gran cantidad de vasos antropomorfos, grabados y pinturas con grafismos similares vienen a indicar lo contrario, es decir, que en aquellos tiempos se tuviera ya conocimiento, por distintas circunstancias, de la forma de este órgano femenino. Sea como sea, es obvio que hay una relación directa del toro con el asunto de la fertilidad y más cuando el icono se rodea de grafismos acuáticos y espirales, como suele ser habitual, y uno de cuyos ejemplos más claros es una lámpara tauromorfa hallada en el asentamiento de Silagroi (4500 a.C.), en Grecia; y como esa, muchas vasijas y vasos cerámicos provenientes de casi toda Europa entre el 5000 y 3000 a.C.

 

Venus de Laussel con un asta de toro en su mano derecha encontrada en un yacimiento de Dordoña en el sur de Francia

Venus de Laussel con un asta de toro en su mano derecha, encontrada en un yacimiento de Dordoña en el sur de Francia.

 

En este mismo sentido es necesario considerar la asociación del bucráneo con la luna creciente en muchos objetos de uso cotidiano, o lugares emblemáticos o rituales, en los que aparecen alternando ambas imágenes. La relación no es solo gráfica sino también simbólica, pues desde tiempos remotos se tuvo por segura la influencia de la luna en los ciclos agrarios de la naturaleza y en los biológicos humanos. La semejanza visual de la luna creciente con los cuernos del toro, además de la conexión tradicional del toro con la fertilidad, convirtieron el icono del animal en talismán protector con poderes para asegurar la fertilidad.

También el toro está asociado a la regeneración o renacimiento -no muy desvinculados de la fertilidad-, como sucede en particular en el yacimiento Neolítico de Çatal Huyük (7000 a.C.), donde hay una gran cabeza de toro incrustada en la pared. Bajo el bucráneo se encuentra una calavera humana, conjunto que quizá tenga algún sentido ritual. En las paredes hay varias representaciones antropomorfas decapitadas sobre las que se abalanzan buitres -símbolos de la muerte-, que también se encadenan simbólicamente con lo anterior, sobre todo por la gran cantidad de grafismos en zig-zags presentes en los distintos elementos del conjunto funerario.

En períodos posteriores, hasta el 4000 a.C., existen gran cantidad de monumentos funerarios con cabezas de toros grabadas en relieve en las rocas, ya sea en las paredes interiores de los túmulos o a ambos lados de puertas y pasadizos de entrada a habitáculos dentro de los complejos. A veces también se solía enterrar al difunto con cabezas de toro incluidas en los ajuares funerarios, pues se creía que propiciaban el renacimiento.

Conocida es también la relación simbólica del toro con el elemento agua, y no solo por la asociación de éste con la fertilidad. Dentro de los mitos y leyendas de la Vieja Europa, sobre todo los de las zonas nórdicas, se decía que en el mismo lugar donde se detenía un toro aparecía un lago. En ocasiones es la lluvia la que se hace presente sobre los prados en los que pastan los toros. En la cultura Micénica es fácil encontrar pequeñas esculturas y vasos de cerámica con la imagen del toro pintada y cubierta con los grafismos del agua y la fertilidad.

Lo mismo sucede en las culturas Vinça y Cucutemi, al final del Neolítico, donde se representa al toro en forma de figurillas ubicadas sobre los bordes o asas de vasijas.

En Egipto el toro sigue siendo, desde el principio, símbolo de la fertilidad animal. Cristaliza el concepto en la figura del toro Apis, que en la teología egipcia nace de un rayo de sol y tiene una serie de marcas o señales que lo hacen inconfundible. A su muerte renace de nuevo con las mismas marcas, un total de veintinueve (patas blancas, lomo con una mancha en forma de buitre, lunar blanco en la frente, mancha en forma de Jepri en la lengua, etc.), por medio de las cuales será reconocido entre las manadas y elegido como nuevo Apis. También, en ocasiones, fue representado el dios con forma humana y cabeza de toro, tal vez precedente inmediato del famoso Minotauro.

 

El toro Apis Señor de la Eternidad junto a las vacas sagradas encargadas de dirigir el destino del difunto en su renacimiento Capitulo 148 del Libro de los Muertos Tumba de Nefertari

El toro Apis, Señor de la Eternidad, junto a las vacas sagradas encargadas de dirigir el destino del difunto en su renacimiento. (Capitulo 148 del Libro de los Muertos). Tumba de Nefertari.

 

El culto de Apis se remonta hasta las primeras dinastías y estaba relacionado además con el sol, que, poco a poco, fue incorporándose entre sus cuernos como atributo. A partir del Imperio Nuevo comenzó a considerársele como bai o alma de Ptah, dios creador que encabeza la Enéada y cuyo culto se oficiaba en Menfis, donde era adorado. Precisamente en Saqqara, cerca de Menfis, se construyó una necrópolis para enterrar las momias de los toros Apis. Posteriormente fue decayendo su culto y recuperándose cíclicamente hasta la XXVI Dinastía, en la que Psamético I impulsó de nuevo con fuerza su culto. En esos mismos tiempos se inició con algunos animales, pero sobre todo con Apis, un oráculo en el que el dios predecía, ordenaba y se manifestaba a los creyentes. Se decía que cuando Apis se negaba a responder o rechazaba las ofrendas era señal de que el oferente o demandante caería en desgracias, que es lo que aparentemente le sucedió a Germánico.

De la unión de Apis y Osiris resultó el nacimiento del dios Serapis, adorado en Alejandría durante el período Tolemaico.

En el Libro de los Muertos, capítulo 148, titulado «Fórmula para aprovisionar a un espíritu en el reino de los muertos», Apis, Señor de la Eternidad, es representado junto a las Siete Vacas sagradas que formaban su harén, las cuales eran las encargadas de decidir el destino del difunto al renacer.

Además del toro Apis también se divinizaron a los toros Bujis y Nnevis. El primero de ellos era blanco de capa y cabeza negra y el segundo justo lo contrario, aunque cambiaba de color cada hora. Las madres de estos toros estaban Asociadas a Isis y el máximo esplendor de su culto se produjo en el Imperio Nuevo, durante el reinado de los Nectabeos.

 

Ilustracion de la Biblia Legionensis conservada en la colegiata de San Isidoro de Leon con la escena de la adoracion del becerro de oro al comienzo del exodo del pueblo hebreo despues de salir de Egipto

Ilustración de la Biblia Legionensis conservada en la colegiata de San Isidoro de León con la escena de la adoración del becerro de oro al comienzo del éxodo del pueblo hebreo después de salir de Egipto.

 

El toro formó parte de los títulos que se les daba a los faraones, tales como «Toro Potente» o «Toro Celestial». Por cierto, en la tumba de Seti I, en el techo que cubre la cámara del sarcófago, se encuentra una representación cósmica de la cúpula celestial. En ella el toro ocupa el lugar de nuestra Osa Mayor. Tal vez éste fue el origen de su inclusión en el Zodíaco, ubicado, no casualmente, en la estación de la primavera, el momento del comienzo del crecimiento o renacimiento vegetal.

En Asiria también fue representado el toro divinizado, en este caso con rostro humano y tocado con coronas semejantes a las de los reyes. Llevaban además grandes alas de águila. Fue representante de Adad, Dios del Fuego Celestial, de potente carrera como la de las tempestades y terrible mugido como el del trueno. Ambas características significaban el anuncio de la presencia de la fuerza fecundante, lo mismo que la asociación lunar que, así mismo, se produjo en Egipto.

Para los griegos los toros simbolizaban la energía y la violencia desmedida y descontrolada, pero también la fecundidad, tanto humana como agraria. Estaban consagrados a Dionisos y Poseidón, llamado también «El Mugiente», dios del mar y de las lluvias que surten de agua a los manantiales. Esta asociación llevó al toro a la numismática como imagen visible de muchos ríos repartidos por toda la geografía de la Hélade y representados con rostro humano.

Para raptar a Europa, Zeus tomó la forma de un toro blanco de suaves y pausados ademanes con el fin de ganarse la confianza de la ninfa. Deslumbrada por la blancura y mansedumbre del animal subió sobre su lomo y dejó que éste le paseara por la orilla del mar. Sin previo aviso el toro se adentró en el agua mientras la aterrorizada Europa veía cómo se perdía de vista su tierra. Al llegar a Creta, Zeus se convirtió en Águila -otro de los animales exclusivos y emblemáticos de la divinidad en casi todas las culturas-, y violó a Europa, la cual le dio tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón.

 

Figurilla de ceramica de un toro hallado en el yacimiento cretense de Faistos 1300 1100 a C actualmente conservado en Museo Arqueologico de Heraclion Creta

Figurilla de cerámica de un toro hallado en el yacimiento cretense de Faistos (1300 – 1100 a. C.), actualmente conservado en Museo Arqueológico de Heraclión (Creta).

 

Minos terminó siendo rey en la isla de Creta, pero cometió una grave falta contra los dioses pues, para alejar del poder a sus hermanos, pidió a Poseidón que hiciera salir del mar un toro para después ofrecérselo en sacrificio. Minos incumplió su promesa sin darse cuenta que los dioses no olvidan. Minos se casó con Parsifae pero el dios del mar infundió en ella un amor monstruoso hacia un toro. Fruto de esos amores terribles nació un engendro, el Minotauro o toro de Minos, con cabeza de toro y cuerpo humano, es decir, la parte animal del hombre predominando sobre la espiritual. El monstruo se alimentaba con un tributo de siete jóvenes y siete doncellas que le proporcionaban los griegos, los cuales habían sido vencidos por el rey cretense. Éste había encerrado al Minotauro en el laberinto de Cnosos, pues era un auténtico peligro para la población. Finalmente los griegos se libraron del sangriento tributo gracias a Teseo que dio muerte al engendro ayudado por Ariadna, la cual se había enamorado de él.

La relación del toro con la divinidad también es directa en toda la zona de Asia Menor, es decir con Mitra y Orfeo. Allí se sacrificaban toros en un complicado rito de purificación iniciática, en que el neófito se introducía en una fosa cubierta por un piso agujereado, a través del cual pasaba la sangre del toro que se sacrificaba sobre él. Una vez muerto el animal, el iniciado salía de la fosa completamente empapado de sangre que, se suponía, le había purificado como condición previa al acceso a los misterios en los que debía introducirse.

En Roma, lo mismo que en Grecia y Galia, la efigie del toro continúa ocupando las caras de multitud de monedas, ya solo, ya uncido al carro de Diana –tocada en su frente por un creciente lunar que se asemeja a los cuernos del toro–, ya acompañando a jefes galos. También en notable su presencia en monumentos funerarios o enseñas militares y religiosas en muchas zonas de Europa, por no volver a mencionar los talismanes y amuletos en los que se convirtió su cabeza.

Para los celtas, el toro no solo está relacionado, de nuevo, con el concepto de potencia creadora o fertilidad, sino además con todo lo relacionado con la guerra y el combate. Los jefes celtas solían hacerse llamar «Toro de Combate». Para elegirlos también había que sacrificar un toro del que, una vez asado, consume un poeta. Después de una copiosa ingesta queda dormido el vate y, ya en sueños, le será revelada la identidad del nuevo jefe.

 

El toro de san Lucas en el comienzo de su evangelio Ilustracion de la Biblia Legionensis conservada en la Colegiata de San Isidoro de Leon

El toro de san Lucas en el comienzo de su evangelio. Ilustración de la Biblia Legionensis conservada en la Colegiata de San Isidoro de León.

 

Era el año V de la deportación del rey Joaquín y la palabra de Yahveh fue dirigida al sacerdote Ezequiel en el país de los Caldeos, a orillas de río Kebar. Allí fue sobre él la mano de Yahveh -expresión que el profeta acostumbraba a usar para denominar el estado de éxtasis o arrebato divino-. Con estas palabras (Ezequiel 1, 4-12) sigue el profeta: «… Ví un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego. Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenían cada uno cuatro caras y cuatro alas cada uno. Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del buey, y refulgían como el fulgor del bronce bruñido. Bajo sus alas había unas manos humanas vueltas hacia las cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus alas, las de los cuatro. Sus alas estaban unidas una con otra; al andar no se volvían; cada uno marchaba de frente. En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila. Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto; cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que le cubrían el cuerpo…» Estos curiosos seres son casi los mismos que los «kâribu» asirio-babilonios, es decir, los querubines que Yahveh ordenó colocar como custodia en el Arca de la Alianza (Éxodo 25, 17-22). Eran seres de cabeza humana, cuerpo de león, patas de toro y alas de águila, cuyas estatuas custodiaban los palacios reales en Babilonia. Estaban, por tanto, formados con los tres animales que representaban tradicionalmente a la divinidad en casi todas las culturas y religiones. A ellos hay que añadir el ángel para tener el Tetramorfos completo. San Juan se inspira en este pasaje para confeccionar su Apocalipsis.

 

Cabeza de toro en la mensula derecha de la portada de la iglesia del monasterio de San Salvador en Leyre Navarra

Cabeza de toro en la ménsula derecha de la portada de la iglesia del monasterio de San Salvador en Leyre (Navarra).

 

Los autores cristianos, en general, ven en el toro, además de todas estas cualidades antes mencionadas, la ventaja de ser una animal sacrificial para poder compararlo de forma completa a Jesucristo, que con la efusión de su sangre limpió los pecados del mundo, dicho, por supuesto, en lenguaje metafórico, pero basado en los antecedentes inmediatos de los sacrificios mitraistas y órficos ya descritos.

A pesar de su importancia, el Fisiólogo no menciona al toro, pero sí san Isidoro, aunque brevemente, en sus «Etimologías» (XII, 1, 28-29), de donde procede la información que más tarde utilizarán los bestiarios medievales. Habla san Isidoro del novillo joven para señalar dos características que se relacionan directamente con su nombre «Iuvencus», (novillo). La primera porque ayuda (iuvare) al hombre a cultivar la tierra y la segunda porque se sacrificaba entre los paganos al dios Júpiter (Iovi) un toro joven. Su nombre griego es Taurus.

Para algunos bestiarios los toros judíos «…tienen color rojizo. Son ágiles y veloces como los pájaros y tienen y el pelo erizado. Tienen la boca tan grande como la cabeza. Cambian la dirección de sus cuernos con soltura, pues son flexibles. Su lomo es tan duro que repele las flechas que le lanzan. Tan feroces son y tan crueles que cuando se les captura el furor los mata», aunque en algunos bestiarios se corrige el texto y se cambia por «se matan con furor».

 

 

 

 

Tortuga

 

Ilustracion correspondiente a la tortuga en el Libro de la utilidad de los animales de Ibn al Durayhim al Mawsilt 1354

Ilustración correspondiente a la tortuga en el «Libro de la utilidad de los animales» de Ibn al-Durayhim al-Mawsilt (1354).

 

La longevidad y la lentitud son cualidades que definen perfectamente a la tortuga, aunque también, y derivadas de sus características físicas, la estabilidad y la consistencia.  A su vez la longevidad nos lleva a considerarla como símbolo de la sabiduría, pues ésta se asienta sobre la experiencia y la tortuga anda bastante sobrada de ella a causa de su prolongada vida.

En los países orientales, el quelonio representa el universo al tiempo que contribuye a su estabilidad, pues su concha es capaz de soportar grandes pesos. La seguridad y dureza de su caparazón la llevó a servir de base a los tronos reales en la India, y a los pilares, no solo de los cenotafios imperiales, sino también de la cúpula celeste, cuya esfera tiene fiel reflejo en la propia curvatura de su osamenta externa. También sirven de base o cimiento las tortugas a multitud de templos en las culturas orientales, sin olvidarnos, en este punto preciso, de nuestro genial arquitecto Gaudí –conocedor de estas tradiciones simbólicas–, el cual las incorporó en el pórtico del templo de La Sagrada Familia de Barcelona.

En China se le asocia además con las aguas primordiales y el invierno, al tiempo que simboliza el norte. Es por tanto clara su filiación con lo terrestre o telúrico y su asociación a las fases lunares.

 

Tortugas sosteniendo los pilares de la puerta ceremonial del templo de la Oca Salvaje en la localidad de Xiam China

Tortugas sosteniendo los pilares de la puerta ceremonial del templo de la Oca Salvaje en la localidad de Xiam (China).

 

En Grecia guarda una estrecha relación con el dios Mercurio, el cual utiliza su caparazón para fabricarse una cítara con la que deleitar a los dioses. Homero pone en boca del dios algunas estrofas significativas con respecto a la tortuga: «…Te llevaré a mi morada, me serás útil y no te despreciaré. Tú, antes que nadie, me ayudarás…»

También se consideraba la carne de tortuga como remedio eficaz contra los venenos en general y contra todo tipo de conjuros malignos aunque, eso sí, una vez preparada y condimentada, porque si no, como dijo Moriano, es muy venenosa para todo ser viviente. Ese doble efecto contrapuesto convenía mucho a los dioses para aplicarlo según las circunstancias.

Para Plutarco, la tortuga es símbolo de todo lo relacionado, en sentido positivo, con la casa, pues la lleva consigo a todas partes sobre su lomo.

En cuanto a la prudencia, es virtud que se le atribuye por la rapidez con que esconde la cabeza y las patas en cuanto presiente algún peligro, y por supuesto, también por el silencio y discreción con que se desplaza de un lado a otro para atender sus necesidades. Este retraimiento dentro de sí misma la convertirá también en símbolo de la concentración y meditación.

El hecho de que estuviera también dedicada a Afrodita, como referente de la fertilidad, además de al dios Pan –por el icono fálico que representaba su cabeza–, hizo que los Padres de la Iglesia la consideraran emblema de la sensualidad, la bajeza y la lujuria.

 

Tortuga con serpiente en el capitel izquierdo de la portada sur de la iglesia de Nuestra Señora de los Angeles, en la localidad cantabra de San Vicente de la Barquera.

Tortuga con serpiente en el capitel izquierdo de la portada sur de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, en la localidad cántabra de San Vicente de la Barquera.

 

En resumidas cuentas, todo esto unido a su escasa rapidez de movimientos, o dicho de otra manera, a su pesadez corporal que la pegaba materialmente a la tierra, contraria totalmente a la levedad espiritual que permite ascender a las alturas celestiales –morada de Dios–, conformaron una imagen de la tortuga nada positiva en el mundo cristiano, hasta el extremo de no ser incluida, apenas, en la iconografía románica –solo hemos encontrado un caso–, y menos aún en los índices de la mayor parte de los bestiarios medievales, incluidos sus antecedentes –gran parte de autores clásicos además del Fisiólogo–. Únicamente encontramos una breve referencia en el Bestiario de Oxford y otra, relativamente amplia, en el «Libro de la utilidad de los animales». El primero incluye explicaciones sobre su nombre: «Testudo», «…porque se cubre con la bóveda de su concha como si se tratara de un tejado…». Relaciona además cuatro especies distintas de quelonios: «…Las terrestres, las marinas, las palustres y las de agua dulce o fluviales…».

No hay ninguna reflexión de tipo moralizante para la tortuga, tal vez porque tanto sus defectos como sus virtudes tradicionales son representadas mejor por otros animales más comunes y emblemáticos en cuanto a la nitidez de sus características. Solo una advertencia: «…Es inimaginable ir más lento que una embarcación que transporte el pie derecho de una tortuga…».

Para Ibn Al Durayhim, las tortugas y los galápagos son una sola especie y las marinas son las más peligrosas, «…pues matan a todos los animales que se cruzan en su camino…», para lo cual, habida cuenta de su lentitud, utilizan cantidad de trucos y habilidades. «…Su carne es útil –ya lo dijo Plutarco– para todo tipo de venenos y, manipulada de distintas maneras, alivia todo tipo de enfermedades y dolores…» A lo que habría que añadir un extenso listado de fórmulas a cual más peligrosa para la salud del enfermo.

 

 

 

 

Tricéfalo

 

Iglesia de San Pietro en Viterbo Tuscania Fachada oeste sobre la ventana derecha

Iglesia de San Pietro en Viterbo (Tuscania), Fachada oeste sobre la ventana derecha.

 

La representación de la Trinidad tricéfala, que aparece a partir del siglo XIV, es probablemente consecuencia de tratar de evitar el peligro de confusión con los rostros triformes habituales en las representaciones de muchas deidades paganas.

 

Capitel de la colegiata de Santa Maria la Mayor en la localidad de Alquézar Huesca relacionado con la creacion de Adann

Capitel de la colegiata de Santa María la Mayor en la localidad de Alquézar (Huesca), relacionado con la creación de Adán.

 

Con el fin de distinguir claramente el icono cristiano del pagano comenzó a representarse con tres figuras humanas independientes colocadas en vertical o, incluso, en un solo cuerpo con tres cabezas, como sucede en uno de los capiteles de la colegiata de Santa María la Mayor en la localidad de Alquézar (Huesca), relacionado con la creación de Adán, en el que la divinidad infunde la vida en el cuerpo, aun rígido, del primer humano.

En el ámbito del románico la divinidad trifacial está relacionada, en cambio, con el propio demonio, como sucede en uno de los canecillos de la iglesia de San Pedro en Caracena (Soria), cuya interpretación no admite dudas por su amenazante expresión.

 

Canecillo de la iglesia de San Pedro en Caracena Soria

Canecillo de la iglesia de San Pedro en Caracena (Soria).

 

El personaje tricéfalo o trifacial es un patrón iconográfico bastante habitual en muchas religiones para representar a la divinidad desde Oriente a Occidente, como por ejemplo Shiva en India, Dainichi en Japón, Triglav en Eslavia, Lug para los celtas y romanos, Hécate en Grecia y Jano, es este caso habitualmente bifronte, en Roma.

 

Iglesia de San Pietro en Viterbo Tuscania en cuya fachada de poniente se abren dos ventanas flanqueando el oculo central Sobre la de la derecha y tambien bajo ella se representan en sendos relieves dos iconos trifaciales A juzgar por la presencia de la serpiente enroscada en los brazos de la imagen inferior tienen relacion con el demonio y particularmente con Hecate la cual tambien suele tener serpientes entre sus atributos

Iglesia de San Pietro en Viterbo (Tuscania) en cuya fachada de poniente se abren dos ventanas flanqueando el óculo central. Sobre la de la derecha, y también bajo ella, se representan, en sendos relieves, dos iconos trifaciales. A juzgar por la presencia de la serpiente enroscada en los brazos de la imagen inferior tienen relación con el demonio y, particularmente con Hécate, la cual también suele tener serpientes entre sus atributos.

 

Es evidente que la conformación de la divinidad en tres entidades distintas, es una constante en casi todas las culturas que responde a la estructura de célula familiar que garantiza la supervivencia de la especie. Es obvio que la unión del padre y la madre da como resultado el hijo, que es el futuro, y que luego formará otra pareja que producirá el mismo resultado, razón por la que muchos autores también deducen de las representaciones trinitarias una simbología analógica del pasado, presente y futuro, período cíclico en el que se produce la vida.

 

 

 

 

Trigo, viñas y olivos

 

A la izquierda trabajos relacionados con el trigo en la tumba de Menna TT69 de la necropolis tebana en Sheij Abd el Qurna en la orilla oeste del Nilo Luxor Egipto A la derecha escena de vendimia representada en la tumba de Najt tumba TT52 de la misma necropolis

A la izquierda trabajos relacionados con el trigo en la tumba de Menna (TT69 de la necrópolis tebana en Sheij Abd el-Qurna) en la orilla oeste del Nilo, (Luxor, Egipto). A la derecha escena de vendimia representada en la tumba de Najt (tumba TT52 de la misma necrópolis).

 

En el Deuteronomio (8, 7-10) Yahveh le dice a su pueblo: «Pues Yahveh tu Dios te conduce a una tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y hontanares que manan en los valles y en las montañas, tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares, de aceite y de miel, tierra donde el pan que comas no te será racionado y donde no carecerás de nada; tierra donde las piedras tienen hierro y de cuyas montañas extraerás el bronce. Comerás hasta hartarte, y bendecirás a Yahveh tu Dios en esta tierra buena que te he dado».

En Etruria es donde comienzan a perfeccionarse las técnicas agrícolas y se comienza a implantar el barbecho, es decir la rotación bianual de los cultivos, lo que permite a la tierra no solo recuperarse, sino también enriquecerse con otros cultivos alternativos, como por ejemplo las legumbres, que tienen la propiedad de fijar el nitrógeno en el suelo. Todo ello no solo introduce novedades en las técnicas, sino también cambios sociales provocados por la propia producción y especialización en el sistema económico individualizando la propiedad.

Hasta el comienzo del neolítico no se comienzan a cultivar cereales, lo que también sucede con la domesticación de especies en general, ya fueran animales o vegetales. Todo ello incide en la fundación de núcleos urbanos y asentamientos más o menos estables con el fin de manejar más eficazmente la producción aunque, lógicamente, el mundo agrícola se vuelve más sedentario que el ganadero, que se ve obligado a moverse por los campos en busca de alimento para los rebaños. Se van definiendo poco a poco dos maneras de supervivencia o, si se quiere, dos modelos sociales que luego tendrán consecuencias.

 

Canecillos y metopas representando las ofrendas de un cordero y una gavilla de espigas de trigo a Yahveh por parte de Abel y Cain respectivamente en la abadia de San Quirce Burgos

Canecillos y metopas representando las ofrendas de un cordero y una gavilla de espigas de trigo a Yahveh por parte de Abel y Caín respectivamente, en la abadía de San Quirce (Burgos).

 

La cultura alimentaria en el mundo clásico se define básicamente en el ámbito del concepto de “civilización”, un perímetro claramente diferenciado de lo “salvaje” o “bárbaro”. Dicha cultura se explica como “vida civilizada” y se circunscribe especialmente a la urbe ante lo “salvaje” no urbano. La agricultura diferencia al hombre civilizado del salvaje que aun practica en parte la recolección y la caza. La agricultura supone el dominio de técnicas depuradas para trasformar, por ejemplo, el trigo en harina y luego pan; la uva en vino y la aceituna en aceite. En cambio no sucede con tanta intensidad en el mundo de la ganadería.

En el mundo clásico lo bárbaro o salvaje siempre le era endosado al extranjero como algo peyorativo. Los griegos, por ejemplo, cuando hacían el juramento de fidelidad a la patria consideraba a ésta como “la tierra donde crecen el trigo, la viña y el olivo”, o sea, un lugar civilizado.

Cuando el Cristianismo trata de abrirse camino en el mundo romano, no puede permitirse el lujo de olvidar estos detalles que pueden distinguir a un movimiento civilizado de uno bárbaro y pagano, así que asocia a sus rituales más importantes estor tres elementos procedentes del mundo agrícola para convertir el vino y el trigo en la sangre y cuerpo de Cristo, en recuerdo del sacrificio del Hijo de Dios, y el aceite en el óleo para ungir a sus sacerdotes.

 

La misma escena anterior en uno de los capiteles derechos de la portada de la iglesia de Santo Domingo de Soria

La misma escena anterior en uno de los capiteles derechos de la portada de la iglesia de Santo Domingo de Soria.

 

En cambio, y paralelamente, el modelo alimentario asociado al consumo de carnes comienza a ser cuestionado por los cristianos, los cuales empiezan a impulsar una visión negativa de los sacrificios cruentos de animales a los dioses paganos como ofrendas falsas, dando por buenos los suyos, de carácter vegetal, ofrecidos a su verdadero Dios.

Sin embargo, mucho antes de todo esto, Yahveh había elegido la ofrenda de Abel, un cordero de sus rebaños, y había rechazado las gavillas de trigo de Caín. Aunque tal vez lo hizo para resaltar la analogía en la que se ofrece en sacrificio para limpiar los pecados del mundo («Este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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